Las primeras referencias escritas sobre Baelo Claudia se encuentran en un manuscrito fechado en 1663, que la emplaza en la actual Barbate. En 1719 el inglés John Conduitt identifica la ciudad con los restos situados en la ensenada de Bolonia y en 1794 Antonio Ponz reconoce el lugar como el emplazamiento de la antigua Baelo Claudia. En 1907 el religioso belga Jules Furgus identifica el teatro como anfiteatro y cree reconocer un templo a la deidad semítica Baal.
Baelo Claudia se localiza en una ensenada del litoral gaditano, en pleno estrecho de Gibraltar y delimita por los cabos de Paloma y Camarinal. Ésta pequeña bahía está rodeada por las elevaciones de la loma de San Bartolomé al este y las sierras de la Higuera y la Plata al oeste, que cierran el paso hacia el interior, al que sólo se accede por el denominado Puerto de Bolonia.
La ciudad nace a finales del siglo II a. C. sobre un asentamiento fenicio-púnico más antiguo (Bailo, Baelokun), y su existencia está muy relacionada con el comercio con el norte de África (era el principal puerto marítimo que enlazaba con la ciudad de Tánger en Marruecos). Es posible que Baelo Claudia tuviera algunas funciones de centro administrativo, pero la pesca, la industria de salazón y el garum (una salsa derivada del mismo) fueron las principales fuentes de riqueza. El emperador romano Claudio le concedió el rango de municipium (municipio romano).
La vida de estas poblaciones alcanzó pleno esplendor entre los siglos I a. C. y II d. C., iniciándose su decadencia a partir de segunda mitad del siglo II. Aunque experimentó un ligero rebrote en el siglo III, la ciudad fue abandonada definitivamente en el siglo VII.
Era esta una ciudad portuaria dedicada principalmente a la pesca y a la salazón de atunes, así como a la producción de "garum". Estas actividades tenían lugar durante los meses de verano y atraían a la ciudad a numerosos trabajadores temporeros, hecho que determina en parte las características de algunos de sus edificios.
Desde finales del siglo I d.C. su prosperidad viene paulatinamente a menos coincidiendo con la crisis en la producción de sus fábricas, las invasiones del Norte de África (siglo II d.C.), los saqueos de las hordas germánicas (siglo III d.C.) y sobre todo, un movimiento sísmico que arruina los edificios levantados durante la época imperial; factor que acelera el proceso de abandono que ya venía sufriendo la ciudad, y a pesar de lo cual sus relaciones comerciales logran mantenerse hasta el siglo V d.C.
Éste reportaje fotográfico nos sirve como documento para entender como eran las ciudades romanas en la Hispania Ulterior. |