 |
La Malagueta, playa urbana que disfrutaron los malagueños de todas las épocas.
Fue durante milenios no sólo placentera orilla de la mar cercana; territorio de azucareras y bodegas, adorno natural al sur de la ciudad, sino costoso rebalaje para la «saca del copo», asiento de marengos y jabegotes y cuna de los primeros balnearios marítimos de Málaga.
Sus encurtidos y un nada despreciable astillero para embarcaciones medianas. Posteriormente, un garaje y una industria de baldosas, presentaba el aspecto sórdido de un núcleo urbano de aluvión con todas y cada una de las connotaciones sociales, estéticas y urbanísticas que vemos más adelante.
La Malagueta no fue nunca exactamente un barrio, pues careció siempre de verdadera organización, estructura y servicios. |
Cercada por un paseo de la Farola con elegantes y proporcionados palacetes de inspiración francesa o británica.
Un paseo de Reding que con la avenida de Príes la discriminaba del resto y de un tren suburbano que la dividía como el río Guadalmedina a las dos Málaga de siempre, sus ejes vecinales eran la calle Maestranza y la de Vélez-Málaga.
Luego vendrían las calles Fernando Camino, Keromnés, Arenal y Puerto dando una cierta configuración de barrio a dicho territorio. |
 |
 |
Los viejos relatos y grabados que directamente obtuvieron de Málaga en 1862 los franceses Paul Gustave Doré y Jean Charles Davillier también informan sobre las playas, el sistema de vida de sus habitantes, su trabajo, su menuda organización, su mundo en una palabra, al que no era ajeno el juego de azar. Del libro «Viajeros románticos en Málaga», del profesor Majada Neila, se puede extraer una referencia absolutamente válida por lo descriptiva que resulta:
«Los garitas, por lo demás. no son los únicos lugares de reunión de los jugadores. Se les ve por todas partes: en la playa, a la sombra de una barca; bajo los árboles de un paseo o resguardados por un viejo muro en algún lugar apartado.
Catedral y Puerto de Paul Gustave Doré, 1865. |
 |
El público está a menudo compuesto por charranes o por otras gentes sin ley a los que se mezclan algunos marineros y soldados. Vedlos ahí echados o sentados a lo largo de algún falucho varado en la arena, cuyas velas se secan al sol. Unos están sentados. Otros boca abajo delante de una baraja de cartas grasientas que pasa de mano en mano: juegan al 'cané', al 'pecao' o a algún otro de sus juegos favoritos. Su fisonomía está inquieta y agitada, sea por la pasión del juego. sea por el temor de ver llegar a un alguacil». De pronto, de entre todos los curiosos que solían rodear el círculo de jugadores se destaca la figura de un baratero, institución tipológica urbana de la Málaga de la segunda mitad del siglo XIX, que avanzaba, entre solemne, ceremonioso y descarado, sobre el grupo: «Es un hombre robusto bien empatillado, como dicen los andaluces, o sea, que tiene dos hermosas patillas negras.
Granujas y pescadores jugando a las cartas en la playa, 1865. |
 |
 |
Lleva al descuido su chaqueta sobre el hombro y su pantalón corto va sujero por una faja de seda marrón. Es un baratero que se instala sin cumplidos al lado de los jugadores y les anuncia crudamente que viene a cobrar el barato; así se le llama a una especie de tributo que él mismo se arroga el derecho a percibir».
Era, sin duda, el baratero de playa, distinto absolutamente de aquellos otros colegas que ejercían tan siniestra, provocativa y osada dedicación en la cárcel o en la milicia. Queda claro que en 1862, cuando Dore y Davillier se movieron por Málaga, las viviendas de las gentes marengas que ellos vieron en La Malagueta eran simples y rústicas cabañas levantadas por ellas mismas. Hechas con esfuerzo y pobres materiales, se diseñaron de manera que fueran habitación para dormir y. en no pocos casos, para almacenar los rudimentarios aparejos de la pesca.
El Charrán de Málaga de Gustav Doré.
El charrán era un muchacho a veces no tan joven que se movía en los ambientes próximos a las zonas marengas, puerto de Málaga y lonjas de pescadería haciendo aquí algun trabajo y atento a sacar provecho de su picardía jugando a las cartas, cobrando el barato, etc. |
 |
Nos hemos referido a las viviendas marengas de la primera línea de playa diciendo de ellas, según la terminología que en la ciudad se empleó hasta que las mismas existieron, que eran villalatas o chabolas.
Afinando en ambos términos y tomando la referencia de los viajeros ya citados, diremos con ellos, cuando desde la ciudad se dirigían a Vélez, que «Los pescadores. después de amarrar sus barcas, buscaban la sombra bajo sus chozas o cabañas de junco.
La primera invasión de vehículos mecánicos sufrida por el territorio y que ocasionaron cierlos cambios en su morfología devino del tren suburbano de Málaga a Vélez-Málaga. |
|
 |
Fue el popular ferrocarril el que. con la escollera practicada para que pudiera circular, alteró el uso de La Malagueta y su propio diseño.
En principio con estación origen en terreno muy próximo al merendero de Coral, el antecedente más remoto del actual restaurante Antonio Martín, el
trenecito llegaba a Rincón de la Victoria. Luego, a medida que sus vías avanzaron y sus estaciones se construyeron, alcanzó el objetivo final de comunicar Vélez-Málaga con Ventas de Zafarraya, en la provincia de Granada.
La Fuente de La Olla
Existía igualmente, en un descampado en lo que es hoy plaza de Cánovas del Castillo, la célebre fuente de la Olla, de la que se suministraban los vecinos malagueños.
La gente acudía a ella con sus cántaros y recipientes de barro cocido en un interminable ir y venir, puesto que su caño manaba incesante día y noche. Fuentes de diseño como la que citamos existieron en distintas localizaciones de la ciudad.
Todas del mismo modelo anfora en bronce de inspiración griega sobre alto pedestal de hierro, fueron ejemplares que, en otros barrios.
Llegamos a conocer hasta cerca de los años sesenta del presente siglo. |
 |
LA MALAGUETA 1920. ¿Cómo era el barrio durante aquellos años? De su puesta en escena más remota destacaba. fundamentalmente, el ya citado Merendero de Coral que así fue bautizado el primero que instaló Antonio Martín. Era una simple caseta de madera que se hallaba a la salida de la curva de la calle Vélez-Málaga. Sin más pretensiones que la de servir a una clientela amiga sin grandes exigencias gastronómicas, era de los primitivos merenderos de playa de mediano y selectivo protagonismo en verano y nulo durante los días del invierno. Estaba rodeado de pequeñas y elementales construcciones donde vivían las familias marengas. Delante, y sobre el rebalaje. se extendían redes, varaban las jábegas y se echaba y extraía el copo a la manera tradicional de todos conocida.
El trajín marengo tenía un momento crucial durante los días claros y soleados del agradable invierno malagueño, así como todo el verano: era aquel que seguía a la saca del copo. Las familias no marengas se acercaban entonces al rebalaje para adquirir a buen precio el pescado recién ganado a la mar.
Por extensión, no pocos de aquellos jabegotes que habían estado en la dura briega del copo tomaban sus cenachos cargados de boquerones. jurelitos, chanquetes, sardinitas, boqueroncitos y ranchos de pulpos, almejas, coquinas, pintarrojas y otros revueltos marinos, y se disponían a vocearlos por las calles de los barrios de la ciudad. El cenachero era enlonces la figura más popular de aquella Málaga de bodegas, tenerías, baratillos de cuerdas y alpargatas, salazonerías y tabernas. |
 |
La línea Vélez-Venta de Zafarraya fue la última en incorporarse a los FFCC suburbanos y su longitud era de 31 Kms. Tuvo su origen en la concesión del ferrocarril a Torre del Mar aprobada por real orden de 24 de diciembre de 1910. Once años más tarde, justo el día 12 de abril de 1921, se autorizó la prolongación de la misma a Ventas de Zafarraya mediante la segregación del tramo Periana-Ventas que siguió atendiendo la línea Periana Alhama de Granada. |
Del inarmonico conjunto urbano entonces existente en La Malagueta sobresalía la chimenea de la fábrica de energía eléctrica The Málaga Electricity Company Ltd., Fundada por Francisco W. Bernard, que se establecio en la calle Maestranza en 1888 para abastecer de energía a toda la zona. El edificio fue diseñado por Fernando Guerrero Strachan.
Sociedad Hidroeléctrica del Chorro proyecto de Jorge Loring Heredia, Isabel Heredia Loring y Francisco Silvela, presidente del Consejo de Ministros en 1903.
Suministrando energía eléctrica desde entonces a The Málaga Electricity Company ya como distribuidora y a los Ferrocarriles Suburbanos de Málaga, (tranvías.)
Operando hasta 1967 que sería absorvida por la Compañia Sevillana de Electricidad.
El coso de La Malagueta era, por definición, el hito arquitectónico más sobresaliente y popular del barrio, pero no le fue nunca a la zaga el emblemático Hospital Noble, de 1875, (fundado por los herederos del Dr. Joseph Noble, fallecido en 1861 de cólera), que próximo a él establecía la unión natural con la ciudad a través del Parque. |
Digamos que Keromnés fue el ingeniero autor del proyecto de tendido de la linea ferroviaria suburbana de Málaga a Vélez-Málaga, lo que explica que su apellido se diera a una calle íntimamente relacionada con el barrio por donde transitaba el tren.
Destacaban también, en la calle Arenal, las paradas de los primitivos tranvías que desde la Acera de la Marina transportaban viajeros al territorio malagueto. y viceversa. Posteriornlente, hitos fueron el que se llamó «Palacio de las Pijotas», los baños de Apolo y de la Estrella, los garajes Inglés y de Portillo, la fundición de Roldán, La Fabril Malagueña de Hidalgo Espíldora, la fábrica de aceitunas de Manzano, la bodega de Barceló y la célebre y popular serrería que diseminaba los grandes troncos en un derribo existente entre las calles Maestranza y Vélez-Málaga.
En La Malagueta de los primeros años del presente siglo destacaba igualmente una obra ya en marcha, el edificio de las oficinas administrativas de los FFCC Andaluces, motejada por los malagueños como «Palacio de la Tinta», que todavía por fortuna existe en el paseo de Reding esquina a calle Keromnés.
De todas las instituciones, industrias, instalaciones y comercios del barrio de los primeros veinte años del siglo XX fueron indudablemente famosos los ya aludidos baños de Apolo y de la Estrella, próximos entre sí en la misma línea de playa donde nació el merendero de Coral. Estos balnearios se levantaban mar adentro sobre fuertes sustentos de hierro. Eran como grandes naves de madera izados sobre tranquilas. apacibles aguas marineras, cuya planta superior servía de bar, restaurante y vestidores de los usuarios. Desde ellas, y a través de accidentadas escalinatas, se descendía a los fosos o albercanes donde la gente tomaba su baño. |
 |
 |
Eran espacios cubiertos con esteras de esparto al objeto de garantizar a los bañistas -especialmente a las damas- la necesaria y obligada intimidad. Hay que añadir que las pudibundas normas morales en boga impedían que hombres y mujeres ocupasen las mismas albercas. por lo que existían secciones para unos y otra".
El tren suburbano no sólo fue modificando el paisaje del barrio de La Malagueño. sino que influyó en cambios ambientales a lo largo de toda la e la este. Sus estaciones y apeaderos. e incluso muchos de sus históricos caminos comunales. variaron en función de las necesidades del ferrocarril.
Desde Málaga a Vélez existieron primitivamente las siguientes: Cala del Moral, Rincón de la Victoria, Benagalbón, Chilehes, Benajarafe, Valle Niza, Almayate, Torre del Mar y Velez Málaga. Para aquellos tiempos iniciales del ferrocarril no existían los apeaderos La Araña-Peñón del Cuervo; pero. posteriormente, al inslalarse la fábrica de cemenlo de la Compañía Financiera y Minera, se construyeron el necesario apeadero y el adecuado sistema de raíles para la carga y transporte de la pesada mercancía. |
 |
En efecto, tras un largo y fortísimo temporal de levante que produjo daños en el extremo este del actual paseo marítimo se construyó una escollera para la defensa de sus playas. Pero la escollera, en principio pensada para cubrir una necesidad sectorial, se fue prolongando con vistas a la construcción de un leja no proyecto que se llamaría paseo marítimo y que, en realidad, ni su utilidad ni tampoco su uso estaban entonces muy bien definidos. |
Se cuenta que el primitivo merendero de Antonio Martín. al quedar finalmente unas vías muertas al ser inaugurada la estación de trenes suburbanos en el puerto, prolongó su terraza a la zona de raíles, y cuando muchos clientes no advertidos se hallaban sentados tranquilamente en sus veladores y veían avanzar el tren por la calle Vélez Málaga salían despavoridos, sospechando que por equivocación de los camareros habían sido acomodados sobre vías activas.
 |
Para los años en que el tren conoció su mejor desarrollo y la gente lo utilizaba masivamente en verano, y durante todas las épocas del año por cosarios de pueblos y vecinos que a la capital viajaban para hacer sus compras -hablamos del decenio 1944-1954, (toda La Malagueta conoció la segunda y definitiva transformación de su territorio.
El hecho fue que durante varios años vertieron miles de toneladas de grandes rocas a lo largo de sus playas naturales, con lo que el rebalaje desapareció en un buen tramo, especialmente desde el hotel Miramar y las llamadas Casas de Cantó, que eran las más utilizadas por los bañistas. Para los años cincuenta del presente siglo ya puede decirse que nos encontramos ante un barrio. Zona de aluvión, ciertamente, en la que muchas familias encuentran provisional o definitiva vivienda, la calle Maestranza ya ha aumentado su condición de calle principal del barrio y se convierte en el eje urbano del mismo.
Desde el Salvamento de Náufragos a las proximidades de Antonio Martín, salvando un espacio abierto que ocupaban los astilleros. discurría un paño de chabolas y villalatas habitado por familias de pescadores.
Las había de todo tipo, calidad y materiales, pero destacaban las simples chozas levantadas sobre cuatro palos y cubiertas de ramas de palmeras y cartones con hules interiores contra la humedad, y otras que lucían listones procedentes de cajas de madera y envases de la misma materia.
|
 |
Calle Cervantes, 1950.
Calle Cervantes, 1950, y la chimenea de la hidroelectrica del Chorro
Calle Cervantes, 1950.
Siguen allí los viejos símbolos de la Compañía Hidroeléctrica del Chorro, el cuartel de carabineros que entonces existía al comienzo de dicha calle, la fábrica de aceitunas de Manzano y el Garaje Inglés. En la calle Vélez-Málaga se alzaba laa Casa del Catalán edificio entre la corral a distinguida y la colectiva de medio pelo que con sus galerías exteriores era entonces la muestra arquitectónica mús sobresaliente y próxima al territorio marengo. Algunas de aquellas viviendas tenían rudimentarios porches emparrados, jardincillos, huertos y habitaculos para la cría de aves de corral cerdos y otras especies. Era habitual que los fogones estuvieran practicados a la entrada de las chabolas, de manera que la más o menos espaciosa sala se destinaba a salón, dormitorio y pequeño almacenamiento del ajuar doméstico y marengo. El piso de aquellas singulares construcciones -al menos en muchos casos que conocimos- era la misma arena del terreno.
|
Calle Vélez Málaga en los 50
Hasta los años cincuenta La Malagueta era todavía terreno marengo. El uso del rebalaje, incluso en los días veraniegos de la máxima concurrencia de bañistas, los pescadores no renunciaban a disponer del territorio que le había sido propio durante sus precedentes generaciones. Las familias marengas sabían sacarle partido al verano.
Años en los que muchos chaveas malagueños carecían de bañador a la hora de la zambullida subrepticia con cargo a sus frecuentes piardas escolares en los tempranas veranos malagueños o durante la temporada estival ya sin necesidad de secretismos ni ocultaciones familiares, las mujeres de los pescadores les ofrecían la posibilidad de alquilarles un modelo cualesquiera por apenas veinte céntimos toda la mañana o la tarde.
Eran bañadores increíblemente antiestéticos confeccionados en tejido de hilo o algodón, negros o azul marino. que si de talla pequeña molestaban lo suyo, si grandes. cuando las olas arrastraban a los niños, se les salían sus cosas por lo que había que atarlos a la cintura con una cintilla del mismo color que pasaba por un dobladillo y asomaba sus extremos para hacer la lazada a la altura del ombligo. |
 |
Muchas de aquellas prendas, debido al uso y abuso que de ellas habían hecho desconocidos usuarios, carecían de ceñidor, pero ni el bañista ni la alquiladora de la prenda se amilanaban: al niño le proporcionaba un trozo de cuerda de envolver paquetes y con él suplía cumplidamente la carencia. Lo que pasaba era que entre el bañador ancho, rizado en cada cintura y sujeto con un cordelín semejante, sin forma anatómica como los actuales, y la oculta protuberancia colgandera al carecer la prenda de bolsa para ahormar 10 necesario el impertinente bulto, los niños resultaban la misma estampa de la birria vestidos con tan antideportiva braga.
Por veinte céntimos se podía alquilar un bañador y en el precio estaba el uso del habitáculo doméstico de los pescadores para desvestirse y vestirse, así corno la custodia de la indumentaria mientras duraba el baño en La Malagueta. |
 |
Para una mejor identificación ulterior de la ropa de cada quien, se dejaba hecho un hatillo liado con la correa envolviendo en él los zapatos; si el nene llevaba algún dinerillo o cosa que estimaba de valor, lo ponía en manos de la mujer. Nunca se supo de nadie que perdiera nada ni que le faltase algo de sus pertenencias, lo que añadía mucha confianza al trato. Quien, de niño, hubiera alquilado uno de aquellos bañadores sabe de qué estamos hablando; y quien, de chavea, escapado de clase, se hubiera refugiado en aquellas playas, tiene que reconocer el papel casi maternal que las marengas malaguetas protagonizaron entonces con el tipo de servicio al que nos referimos. |
Hidroelectrica del Chorro
MODERNO POBLAMIENTO.
Cuando finalmente la escollera desde la Farola a El Morlaco estuvo terminada, diseñándose entonces lo que sería el futuro paseo marítimo junto al mar, las Casas de Cantó se poblaron rápidamente de vecinos. Fue el otro gran cambio del barrio. Y pese a que ya había desaparecido el rebalaje, la gente moza siguió utilizando las playas zambulléndose desde las grandes piedras como si fueran trampolines naturales. Por ser la profundidad de las aguas muy irregular según los tramos, había que tener una serie de precauciones mínimas a la hora del baño.
La primera de ellas era precisamente calcular el fondo marino, en evitación de darse un mal golpe con las pequeñas rocas existentes en él. Otra de las precauciones consistía en caminar sobre las rocas con cuidado. Y ello, no sólo por el batacazo posible sobre las aristas roqueñas, sino porque, a veces, caía a lo más profundo de la escollera una prenda de vestir, un zapato, la merienda, el monedero o la cajetilla de tabaco rubio Bisonte, Timonel o Jirafa, tan costoso para muchos muchachos aun en la Málaga de entonces. Sé de quien tuvo que volver a casa con un único zapato al perder su parejo al transitar sobre las grandes piedras ... donde tralladores, cenacheros, pimpis, barateros y charranes -toda la tipología humana playera-, cada quien desarrollando su antigua y dificultosa tarea, intentaban sobrevivir del producto de la mar. |
 |
Era una playa que, aun relativamene cercana a la urbe, quedó siempre a trasmano de la mayoría ciudana. Por distintos caminos se llegaba a ella capuchineros y victorianos, a partir de la construcción del túnel bajo la Alcazaba, solían, indistintamente, utilizar la calle Barcenillas o la de Mundo Nuevo. En el primero de los casos, accediendo por el viejo Callejón de Domingo, y en el segundo, bajando por La Coracha o los jardines de Puerta Oscura hacia el Parque, luego de cumplir el rito de gritar para oír su voz multiplicada por el eco. |
 |
 |
Ir a La Malagueta era como echar un día completo de excursión, trasladarse a un lugar abierto, popular, lejano y concurrido donde, al cabo de las horas y el calor, acababan rendidos los niños zangolotinos y alborotadores, los jóvenes más fornidos y los más entusiastas adultos de tomar el fresco al pie de la marina.
Playas naturales cuyo diseño arquitectónico inmediato fue cambiando al par de las transformaciones de la propia ciudad a partir de los años sesenta del presente siglo, su morfología originaria puede decirse que sigue siendo la misma que se puede contemplar en las viejas cartas y planos de los últimos cinco siglos, en los grabados románticos y en las primeras fotografías del XIX. |
Si tomamos como referencia el plano de la ciudad de 1492, comprobaremos que los límites más extremos de las playas de Málaga estaban, por el poniente, en las Torres de Fonseca, en los Percheles, y en la Puerta de Vélez hacia el levante, comienzo del camino viejo a dicha población. Ochenta años más tarde, según se observa en la vista de Málaga que reproduce el «Civitates orbi terratum», los límites continuaban siendo los mismos.
Hay que esperar a los pianos de Pedro de d'Aubeterre (1721), de Jorge Próspero Verbón (1722), de José Gandón (1769) Y de José Carrión de Mula (1791) para ver definitivamente separadas las aguas cercanas a la marina malagueña por el espigón del Muelle Viejo, que se extendía desde la falda del monte Gibralfaro en línea recta hasta el agua, para dar origen al posterior paseo de la Farola. |
 |
En el plano de D'Aubeterre se observa claramente que la línea del dique partía al pie de la subida a La Coracha dejando un estrecho pasillo entre la tierra y el agua que hacía practicable el Camino de Vélez. En el trabajo de Verbón. a propósito de las obras de prolongación del dique para la construcción de la Batería de San Felipe se repite idéntica perspectiva y se aporta un dalo interesante cual es el proyecto de construcción de un hornabeque o fortificación exterior para vigilar, controlar y evitar todo desembarco subrepticio, tan frecuentes en Málaga durante los citados decenios. |
 |
José Gandón aporta en su documento una perspectiva que, si bien se refiere exclusivamente a Planos y perfil y elevación del Muelle de Levante de Málaga y Proyecto de la Batería que está aprobada y se ha de construir en su cabeza, mantiene el mismo diseño, es decir, que el barrio de La Malagueta se extiende detrás del dique como una playa solitaria y lejana óptima para el desembarco de gentes taimadas.
Por último, Carrión de Mula de trazo maestro, minucioso y muy descriptivo retrata con profusión de detalles la situación de la Puerta y Camino de Vélez, la capilla de la Virgen del Carmen y la ubicación, entre Batería y capilla, de la Linterna Provisional.
La Malagueta. también en este levantamiento topográfico ejerce su diseño de gran playa al levante de Málaga.
¿Cuál era entonces el nombre de la playa que nos ocupa? Resulta difícil establecerlo. Durante todo el siglo XVIII no existe ninguna pista sobre su nombre ni tampoco acerca de su toponimio. Por el contrario, si acudimos a la tradición popular, la explicación, tanto de su título, como de su uso, nos vendrá dada por las familias marengas que a partir de los decenios finales del siglo pasado y primeros del presente, tomaron como propio tal territorio. sobre el cual alzaron sus chabolas, siendo a partir de ahí los absolutos domjnadores de la franja que iba desde la Farola hasta la primera azucarera de Larios en el Campo de Reding, terrenos sobre los que mas tarde se levantó el Hotel Príncipe de Asturias, luego Miramar. |
La voz «chiringuito, que en nuestros días define la instalación playera de mayor o menor relevancia turística, no existía aún. En las playas malaguetas se levantaban todos los años durante el verano toscas, rudimentarias construcciones, hechas con postes de madera del alumbrado eléctrico, techos de lona, ramas de palmeras, cañas y arpillera (tela de sacos) que daban cobijo a un desaliñado mostrador, alrededor sillas y mesas desvencijadas y un barril de los de petróleo como papelera. Ello bastaba para atender las escasas exigencias de los bañistas que deseaban tomar una copa con su tapa correspondiente, casi siempre sardinas en espetos. Se les llamaba, cañizos, cuando sus techos estaban cubiertos de un tejido de media caña unido por alambres, chambaos, si se aliaban como protección contra el sol la lona y la arpillera, y (chambaíllos en el caso de que todo el sombrajo superior y lateral estaba confeccionado con secas y tiesas ramas de palmeras.
|
 |
El barrio, visto desde el monte Gibralfaro. Los cambios han sido notables. Durante muchas noches veraniegas en que el Holel Miramar sacaba a sus elegantes terrazas sus orquestas y atracciones. La Malagueta se llenaba de música y canciones ejecutadas por las orquestas Anola, Salvador de Alba o Juvenil Jazz con las voces de Juanito Anrúnez, Rafael de la Rosa, Alberto de Santa Cruz o Filippo Carleti.
Hotel Miramar; terraza elegante donde las hubiera, ambiente selecto de gin-fizz a quince pesetas y trago corto a doce, el silencio de la noche playera. La Malagueta que urbanísticamenle releva en 1960 a parte de la del siglo anterior y de los decenios últimos propende a la invasión arquitectónica verticalista. Era algo que se veía venir de forma avasalladora, fuertemente agresiva, que si inmisericorde en sus prisas por ocupar la primera línea de playa, no fue menos dañosa con el paisaje resultante como consecuencia de estas alturas y volúmenes que constataron sus edificaciones. |
Aún nos suenan lejanas, eso es cierto pero no por ello menos sonoras las protestas de las familias marengas que allí estaban establecidas cuando se les comunicó que debían abandonar el rebalaje. Fue una larga
crónica de tensiones entre vecinos. En dicha ocasion se reprodujeron parecidas situaciones a las que se formularon veinte años antes, cuando se decidió la demolición de las viejas casas de
las calles y plazas del Ancla, de los Moros, San Juan de Dios y San Bernardo el Viejo para permitir la urbanización de la Acera de la Marina.
Cuando, forzados por decretos municipales y alentados por una ciudad que los aplaudía, la gente marenga que tuvo la suerte de alcanzar una vivienda protegida entregó sus llaves al Ayuntamiento, hubo quien la arrojó con ira a la cara del funcionario entre
maldiciones, lágrimas y fervientes deseos de que los mismos que habían ordenado su lanzamiento pasaran por su misma experiencia vital.
Fue un proceso lento, pero como desde el Ayuntamiento habían hecho sonar el cometín avisando las promotoras que esta ciudad tenía que ser más alta que ancha sin reparar en otra cosa que no fuera el cambio de imagen a toda costa, resultó también un proceso irreversible.
|
 |
Algún celoso político de la época mandó guardar, en el último y recóndito cajón de la Casona del Parque, las propuestas urbanísticas que diez años antes había hecho el arquitecto José González Edo, madrileño malagueñizado a golpes de corazón, que había tenido la osadía de imaginar entonces una ciudad que fuera capaz de encontrarse definitivamente con la mar cercana. Pero tal propósito no coincidía con las ideas de los actuantes mentores oficialistas, que tildaron tales propuestas de chata, provinciana y escasamente renovadora.
La aspiración de repetir en Málaga la norteamericana ciudad de Los Angeles, sembrada de edificios colmeneros alzados indiscriminadamente sobre territorio malagueto, se impuso finalmente como modelo arquetipo. La Málaga de la especulación urbanística generadora de fáciles dividendos, connivente con una administración consentidora y puede que intencionadamente miope, fue permitiendo el desarrollo paulatino de programas arquitectónicos que acabaron en el actual diseño conocido de todos. La perversidad urbanistica se cebó en el barrio haciendo imposible el viejo sueño de una ciudad que nunca logró verdaderamente reconciliarse con la mar cercana. |
Unas veces, porque sus edificios principales le daban la espalda; otras, corno en el presente caso, porque alzaron sobre su paisaje pantallas de cemento... Conseguida la total transformación del barrio con la alineación de las nuevas edificaciones que surgieron a lo largo del segundo tramo del paseo marítimo, fue necesaria la ampliación de la calzada para dar obligada fluidez al tráfico viario este-oeste que se generó a través de él. La iniciativa consistió en ganar para el nuevo ancho de la carretera el espacio más próximo a los antiguos palacetes, villas y residencias del siglo anterior -la mayoría de ellos diseñados por Sancha, Rucoba y Guerrero Strachan entre otros- invadiendo jardines, avasallando cercas y vallados y, en algullos casos muy concretos, cegando definitivamente las entradas a las mansiones por el lado del mar.
|
Quedó cerrado así un calculado ciclo de construcciones que hizo cambiar la cara del barrio, ya que si el frente de La Malagueta sufrió las modificaciones mencionadas, por el lado del paseo de la Farola ocurrió otro tanto al desaparecer otros antiguos palacetes y residencias del siglo XIX, de una o dos plantas.
Existentes como la casa de los Fernández-Canivell, fábrica del Ceregumil- a lo largo del mismo. Los últimos y agresivos golpes de transformación arquiteclónica vinieron a continuación, de manera que las calles Maestranza, Cervantes, Fernando Camino, Keromnés, San Nicolás, Arenal. Vélez-Málaga y otras ganaron en altura lo que habían perdido en personalidad. estilo y diseño.
La fábrica de Ceregumil, en la foto vemos a D. Bernabé Fernández Sanchez, se planteó entonces incrementar los niveles de producción para cubrir el mercado nacional e incluso acometer exportaciones, por lo que en 1915 estudian su traslado a Málaga, ciudad portuaria y de comercio internacional. Allí adquieren en 1921 éste gran inmueble en el Paseo de la Farola, en el que se ubicaría un moderno laboratorio basado en las últimas tecnologías del momento, con una gran nave de almacenaje y una bodega. Para entonces, la fama de Ceregumil ya había cruzado las fronteras y comienzan las ventas en Europa, Sudamérica y Estados Unidos. |
La avalancha demográfica subsiguiente a los cambios urbanísticos y arquitectónicos de la zona creó necesidad de consumo y a su reclamo nació una tupida red de tiendas, comercios, bares, restaurantes, marisquerías, discotecas, pubs y pequeños negocios de la industria del ruido, la juerga, el buen yantar y el mejor beber que, en ocasiones, convierte el barrio en el sector más dinámico próximo a la playa.
Mas no todo se perdió. Por fortuna, la Jefatura de Costas realizó hace unos años obras para la regeneración de las playas malaguetas en una longitud de dos kilómetros y medio desde el morro de levante hasta El Morlaco. Fundamentalmente consistió en el vertido de un millón setecientos mil metros cúbicos de una arena de 0,6 milímetros impulsada por tubería Ootante desde un barco-draga de 8.000 metros cúbicos de cántara, lo que significó una dotación de 680 metros cúbicos por metro lineal de orilla, equivalentes a su vez a 14 metros cúbicos de arena por metro cuadrado de playa regenerada.
La ciudad ganó en playas lo que perdió en visión paisajística.
|
 |
Los Barrios de Málaga, Orígenes e Historia, ISBN 84-87555-51-9. Realizado por el escritor e investigador malagueño D. Julian Sesmero Ruiz. Desde la web malagahistoria.com nuestro agradecimiento por permitirnos mostrar su obra sobre los Barrios de Málaga. Queremos reconocer desde aqui su labor de investigación por ésta ciudad. Julian Sesmero Ruiz; 1934 - 2011. |
|