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José María Torrijos, el general liberal que protagonizó el último intento por derrocar al régimen absolutista de Fernando VII en 1831, estableció en Málaga su campo de operaciones. Así, desde su desembarco en la playa de El Charcón, en La Cala de Mijas, hasta el mismo momento de su ejecución en la playa de San Andrés, intentó liberar a la ciudad e impregnarla de sus ideas. Aquella intentona golpista ha quedado en el recuerdo de la ciudad y más tarde enterrados bajo el obelisco en su honor en la Plaza de la Merced. Algunas fuentes sostienen que el fusilamiento en realidad sucedió en la Alquería del conde de Mollina tras refugiarse en Mijas y Alhaurín de la Torre acompañado de 48 liberales.
Toda una espesa trama de bandidaje nobiliario, mezclado con terrorismo politico y espionaje, hizo fallar la arribada a Málaga de Torrijos. Desde el mes de Agosto de 1831 en que desde Gibralfaro preparaba su cautelosa llegada a Málaga para encabezar un movimiento de liberación frente al absolutismo de Fernando VII, una conjura diseñada en la propia Málaga por Vicente Gonzalez Moreno permitió entrar en la misteriosa trama, con el mote de "Viriato", al gobernador militar. |
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Nunca se llegó a saberse de que manera se las ingenió el llamado "verdugo de Torrijos" para hacer un seguimiento minucioso de todos los movimientos del general liberal y de sus principales colaboradores.
Lo cierto fue que el barco en el que intentaban ganar las costas de Málaga en el mes de Diciembre de 1831 fue sorprendido por las tropas realistas apostadas en las playas del Charcón, de Fuengirola.
Puestos en capilla en el convento franciscano del Carmen, en el Perchel, fueron fusilados en las playas del Bulto el 11 de Diciembre. |
Cuando se leen los viejos textos históricos y las no menos ilustrativas crónicas locales de aquellos días se percibe, en efecto, que la romántica Málaga de 1831 fue centro de toda una conspiración real para aniquilar a José María Torrijos y aplastar, de una vez por todas, lo que había significado de esperanza, primero, la voz estentórea de Riego y, más tarde, la gallarda actitud de un aristócrata, general de nuestro Ejército, intentando echar un pulso definitivo al absolutismo, representado en la persona de Fernando VII.
Desde el mes de agosto de 1831 en que comienzan en Gibraltar las primeras fases de la expedición hacia Málaga, contadas personas están en la trama de lo que hay en marcha.
No obstante el secretismo con que se llevan los asuntos, el gobernador militar Vicente González Moreno, a través de personas que resultan de amistad próxima tanto a su autoridad como a la del general «sedicioso», monta una intriga que sabiamente disimulada y mejor realizada con la ayuda de expertos en matonismo político policial logra desmoronar finalmente una aventura que contaba con el apoyo de mucha gente en Málaga. |
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Hacia Málaga el día 30 de noviembre de 1831, a las nueve de la noche, salían del puerto de Gibraltar con rumbo a la costa malagueña Torrijos y sus hombres, Dos embarcaciones, «Santo Cristo del Grao» y «Purísima Concepción», van escoltadas por el guardacostas español «Neptuno», que la malicia de Vicente González Moreno logró introducir dentro del «Plan Viriato» para proteger a ambas durante su viaje a nuestra costa.
Según los planes de Torrijos, el desembarco se haría por la costa este, pero los secretos planes de Vicente González tenían previsto que, hacia la altura del Cabo Calaburra, el «Neptuno» dirigiera sobre el «Santo Cristo del Grao» y el «Purísima Concepción» sus cañones y hundiera las naves: un ejército de 2.500 hombres, secretamente apostado en las playas del Charcón, daría persecución a los posibles embarcados que pudieran ganar la playa a nado. |
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Vence la astucia al romanticismo y en efecto, entre los días 2 de diciembre en que el «Neptuno» cañonea la flotilla de Torrijos y el 11 del mismo mes en que el general y sus 49 compañeros son fusilados en las playas de San Andrés hay una accidentada crónica de persecuciones, cerco, apresamiento, condena y ejecución que la ciudad de entonces vive absolutamente atemorizada.
Los últimos momentos de Torrijos y sus partidarios lo viven todos en el convento, del Carmen, al que fueron llevados para pasar la lenta «capilla» de su última noche.
Los franciscanos Cruz de Torrijos en El Bulto asisten espiritualmente a los condenados, que, como en el caso del propio general Torrijos, dedican parte de la noche a escribir cartas a sus esposas y familiares. |
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Llevados a las playas al amanecer, ante el primer pelotón de ejecución figuró el propio don José María con Juan López Pinto, Francisco Fernández Golfín, Francisco de Borja Pardío y Manuel Flores Calderón, entre otros, todos los cuales murieron al 'grito de «¡Viva la libertad!».
Un segundo grupo, integrado por veinticuatro personas más, se formó de inmediato, procediéndose a su fusilamiento, Los cuerpos se amontonaron como pirámide humana, y de semejante postura recibieron los tiros de gracia ordenados por el propio Vicente González.
Hacia las once y media de la mañana de aquel Domingo 11 de Diciembre de 1831, todos los cuerpos, cargados en carromatos, fueron trasladados desde El Bulto al cementerio de San Miguel en ominoso paseo por el centro de la ciudad para que todos tomaran nota de que frente al poder real no cabían atentados, traiciones ni aventuras de aristócratas.
Fue, sin duda, la más amarga Navidad protigonizada por los malagueños que deseaban sumarse a los nuevos aires de libertad y democracia frente al omnímodo absolutismo de Fernando VII. Años después de que Torrijos y sus compañeros fueran fusilados, el 11 de diciembre de 1842 se inaugura el mausoleo en su nombre, en medio de la plaza. |
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