Santiago de Compostela contaba con los favores de la naturaleza ya que por la noche el cielo estrellado de la constelación de la Vía Láctea (ó Camino de Santiago, desde entonces), iluminaba perfectamente la ruta a la tumba del apóstol. ![]() ![]() ![]() ![]() La configuración actual de la cripta bajo el altar procede de las excavaciones realizadas a finales del siglo XIX. Los restos fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro. En el mes de mayo de 1589, el pirata inglés Francis Drake amenazó Compostela después de desembarcar en La Coruña. El Arzobispo, Juan de Sanclemente, acordó con el Cabildo de la Catedral ocultar cuanto de importante había en ella. Por ello, los restos fueron depositados en un escondrijo dentro del ábside de la capilla mayor, detrás del altar. Tales restos fueron encontrados a treinta metros de profundidad respecto del suelo en las excavaciones realizadas en la Catedral en 1878 y 1879 por Antonio López Ferreiro. En tales excavaciones, se pudo encontrar, entre los restos de un mausoleo romano, una inscripción sepulcrar en griego, Athanasios martyr y los restos de tres personas distintas: dos de edad media y una en el último tercio de vida, lo que llevó a identificarlos con los tradicionales Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro. No obstante, el Papa León XIII nombró una Congregación extraordinaria para el estudio de estos restos. Los documentos enviados a Roma, sin embargo, no le satisfacieron, enviando a Monseñor Agostino Caprara, Promotor de la Fe en el proceso, a Santiago para que examine sobre el terreno los restos y tome declaración a quienes intervinieron. Caprara, no obstante, mandó analizar primero el presunto resto de Santiago venerado en Pistoia, tarea que estuvo a cargo del Doctor Chiapelli, quien doctaminó que se trataba de una apófisis mastoidea derecha con restos de sangre coagulada, pieza que habría sido separada a consecuencia de una decapitación.
Sin embargo, quedaba por constatar la datación cronológica de los restos, lo que llevó a mediados del siglo XX a voces críticas. Así, Claudio Sánchez Albornoz: ...pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII. C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71. ( Claudio Sánchez Albornoz fue uno de los más notables historiadores españoles. Madrid, 7 de abril de 1893 – Ávila, 8 de julio de 1984. ) Por una parte, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de un cementerio de origen céltico y reutilizado en distintas épocas por diversos grupos: por los primeros cristianos llegados a la zona de Galicia (después del año 250 aproximadamente), por los suevos (pueblo guerrero germano que ocupó Galicia entre 411 y 585), por los visigodos («godos del oeste», pueblo germano que ocupó España entre 585 y 711 y que en ese periodo tenía su capital en Toledo), y por los musulmanes en el siglo VIII. Estos descubrimientos sólo prueban que Compostela era una necrópolis precristiana, pero no soluciona nada con respecto a la tumba de Santiago, cuyos restos podrían pertenecer bien al mismo apóstol (el tráfico de reliquias comenzaba a desarrollarse en ese periodo), bien a cualquier otro mártir cristiano. Incluso algunos proponen que se trate de los restos del mismísimo Prisciliano. En 1955 se encontró, en las proximidades de la tumbra, la cubierta sepulcrar de Teodomiro, lo que confirma que quiso enterrarse en el lugar de su propio hallazgo. Los descubrimientos más recientes proceden de un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Metafísica de la Universidad de Navarra, publicado el 24 de junio de 2011, en el ámbito de la clausura de la Cátedral Camino de Santiago, sobre la base de los estudios realizados en 1988 y de reproducciones de la tumba, por no tener acceso físico a la misma , hallando la inscripción Jacob (Santiago, en hebro), con simbología propia de la estética del cementerio judeocristiano de Israel del s. I. Una de las inscripciones contiene referencias a la fiesta judía del Shavu'ot con representación de panes rituales. Esta fiesta, de la que se tiene conocimiento por el Levítico, se considera desaperció en torno al 70 d. C., con motivo de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos, lo que permitiría ubicar cronológicamente la tumba. Estos datos permiten rechazar cualquier atribución de los restos a Prisciliano. Dicho estudio continúa actualmente, pues faltan aún las aportaciones que pueda realizar la propia Universidad de Santiago y el Cabildo de la Catedral.
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