La Riada de 1907

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Cuatro imponentes riadas que anegarían las zonas bajas de la ciudad, produciendo cuantiosos daños a la población; y en todas ellas los políticos locales y nacionales prometieron con toda seriedad las más urgentes soluciones para remediar este terrible mal, que ya aún antes de estas ocasiones, habían azotado a nuestro pueblo. 1901, 1902, 1905 Y 1907 fueron los años de estas riadas. De entre ellas destacó la del 24 de septiembre de 1907 por el tremendo aluvión de agua y fango, y por la fuerza y magnitud de la catástrofe que dejó atónitos a los malagueños. Durante la noche del 23 de septiembre de 1907 y sin que cayera gota alguna sobre la ciudad, una formidable tromba de agua se precipitó en pocas horas en la parte alta del valle del Guadalmedina. Las consecuencias habían de ser fatales para Málaga. La Riada de 1907. Entrados ya en el siglo XX, el siglo del tecnicismo y del progreso científico, del incremento del proceso de concentración capitalista, etc. Nuestra ciudad continuaría con su habitual laboriosidad en sus tradicionales actividades. De nuevo sus gentes irían al campo, al mar. a la industria, al comercio, pero en una activida, lejana ya del periodo de plena industrialización y comercialización de diversos productos. Desarticulado el sector más próspero de la agricultura malagueña, la vid, con la plaga filoxérica del último cuarto del siglo XIX, en su caída, según J. A. Lacomba, "arrastrará al resto de la economía (aunque hay otras hipótesis de J. Morilla y A. Nadal que intentan explicar este hecho), que de la expansión se verá de pronto reducida al puro, simple y dramático subdesarrollo. De esta forma, disminuidas extraordinariamente las actividades industriales y comerciales, será ahora la agricultura la ocupación básica que tendrá la población activa malagueña .

En el plano nacional, y como trasfondo a toda nuestra problemática privincial, esa España inmersa en ese afán de regeneración, de rectificación, de modernización, de superación de la cansina inercia impuesta al cuerpo político del país por los partidos turnantes bajo el régimen canovista. En este ambiente, y con los condicionamientos que había impuesto la desindustrialización y la crisis general de fines de siglo, Málaga va a iniciar la nueva andadura del siglo XX. Un caminar ahora más precario, inseguro, por esos tremendos recortes que había sufrido su economía. Ese mermado quehacer se vería interrumpido bruscamente en cuatro ocasiones en la primera década del siglo. Serían cuatro intervalos que alterarían aún más ese caminar duro y penoso y que agravarían los ya numerosos problemas. Cuatro imponentes riadas que anegarían las zonas bajas de la ciudad, produ­ciendo cuantiosos daños a la población; y en todas ellas los políticos locales y nacionales prometieron con toda seriedad las más urgentes soluciones para remediar este terrible mal, que ya aún antes de estas ocasiones, habían azotado a nuestro pueblo . 1901, 1902, 1905 Y 1907 fueron los años de estas riadas. De entre ellas destacó la del 24 de septiembre de 1907 por el tremendo aluvión de agua y fango, y por la fuerza y magnitud de la catástrofe que dejó atónitos a los malagueños. Durante la noche del 23 de septiembre, y sin que cayera gota alguna sobre la ciudad, una formidable tromba de agua se precipitó en pocas horas en la parte alta del valle del Guadalmedina. Las consecuencias habían de ser fatales para Málaga, ya que nuestra ciudad se encuentra al final del valle, adonde van a conflui r todas las aguas caídas en su superficie. Como dice M. Alvarez Calvente, a consecuencia de los repartimientos de las tierras malagueñas a principios del siglo XVI entre sus conquistadores, "se talan los montes y se roturan las tierras, haciendo caso omiso de sus pendientes. Las vides sustituyen a los robles y el sotobosque desaparece, dando paso a una tierra removida, suelta que se ofrece indefensa a las tormentas, siempre intensas en tierras malagueñas. Es por ello por lo que nuestra ciudad aparecía totalmente indefensa ante estas acometidas, sin poder hacer otra cosa que lamentarse tras el desastre. El imponente aluvión desbordó impetuosamente los paredones del Guadalmedina, destruyéndolos e inundando gran parte de la ciudad. Hacia la una de la madrugada, cuando el pueblo dormía tranquilamente, "las campanas de la catedral tocando a rebato, - los pitos de los serenos y voces de socorro, despertaron a muchos de los durmientes. El Guadalmedina había rebosado los paredones. El caudal había crecido extraordinariamente y la impetuosidad de las aguas era fantástica. El puente de la Aurora había sido barrido por la corriente, y sus materiales, junto ros que arrastraba el torrente, obstruían el de Santo Domingo. El formidable tapón impedía la bajada de las aguas hacia su vertido en el mar, enviándolas a ambos lados del cauce, aumentando así la inundación. Cuando por fin cedió la resistencia del puente, éste fue arrasado por completo, y sus restos fueron a taponar ahora los arcos del puente de Tetuán y el del ferrocarril. El primero aguantó el empuje de la corriente, aunque sufriendo importantes daños, pero no así el segundo que sucumbió al igual que los anteriormente citados . Muy pronto comenzaron a organizarse grupos de rescate y ayuda para las numerosas víctimas que lo precisaban. "Al acudir las autoridades, el cuerpo de bomberos y fuerzas del ejército, no hallaban medio de poder atravesar las calles. Puede decirse que eran un lago las calles de Ollerías, Torrijos, Comedias y Granada hasta el mar. Respecto a los barrios del Perchel y de la Trinidad, la inundación puede decirse que era completa. Narciso Díaz Escovar, en su obra "Inundaciones de Málaga", hace mención a la carta que un escritor malagueño, testigo directo de los hechos, envió a un diario americano, comentando los terribles sucesos de la inundación. Decía entre otras cosas: "Desde lo alto de un montón de escombros veía las casas en ruina, calles obstruidas por el lodo, paseos arrasados, su mar que ciñe franja de oscuro color, y sus playas salpicadas de restos de la catástrofe. Me parece que vuelvo a ver el remolino de las aguas y flotando sobre ellas seres desnudos, que alzaban las manos suplicantes, luchando desesperadas contra la corriente, cadáveres que se deslizaban buscando en el mar inmensa sepultura y restos de hogares felices, de algunos de los cuales ni cimientos quedan. La limpieza de la ciudad duró cerca de dos meses. En algunas calles el barro llegó a alcanzar tal altura que era posible entrar en las casas por los balcones. Muy pronto la catástrofe de Málaga fue conocida en el mundo entero, y muy pronto también comenzaron a llegar de todas partes diversas cantidades de dinero para paliar, en la medida de lo posible, las cuantiosísimas pérdidas y las numerosas desgracias habidas en nuestra población. El rey Alfonso XIII visitó al mes siguiente la ciudad, acompañado por el presidente del Consejo de Ministros, don Antonio Maura, y otras personalidades. La impresión que causó al monarca el panorama que tenía ante sus ojos le hizo exclamar: "Creía grande el desastre, pero ha tanto. Esto es horrible" La catástrofe de 1907 hizo que las autoridades se planteasen seriamente el terminar de una vez y para siempre con este terrible problema que amenazaba constantemente a la ciudad. La desviación del Guadalmedina se había discutido infinidad de veces, pero nada se hacía. Finalmente sería un hecho el antiguo proyecto de canalización del río. En 1908, el ingeniero don Manuel Jiménez Lombardo, presentaría el proyecto de construcción del pantano del Agujero a la División Hidráulica del Sur de España. La presa "retendría las aguas de las grandes avenidas embalsándolas en una cantidad aproximada de 4,5 millones de metros cúbicos, a los que poco a poco iría dando salida por un túnel a propósito. En 1917 finalizaría su construcción, y el temor tradicional al río comenzó a disiparse. Sin embargo, y como indica M. Alvarez Calvente, para completar aún más este propósito, era conveniente realizar otras obras. Se trataba de llevar a cabo una completa repoblación forestal en los montes con el fin de que funcionase una alfombra verde como una auténtica esponja vegetal, evitáhdose así los arrastres torrenciales. Se trataba, en fin, de devolver a todo el valle el mismo aspecto que 400 años atrás había conservado. Al mismo tiempo se construirían otros diques menores de retenida en toda la zona, que al detener las aguas y los acarreos impedirían nuevos desastres . De este modo, y siguiendo a M. Alvarez, en 1927 se aprobó el proyecto de repoblación forestal, ejecutándose en 1930. "Fueron reforestadas 4.762 hectáreas, alrededor de la cuarta parte de la totalidad de la cuenca y la tercera parte de su zona montañosa". Desde entonces la ciudad se ha visto librada definitivamente de esa horrible pesadilla que ha sido durante más de cuatro siglos el río Guadalmedina. La noticia de la trágica inundación llegó también a conocimiento del pueblo alemán. Este, que ·no había olvidado la desinteresada actuación de los malagueños para con sus marinos de la fragata "Gneisenau", deseó colaborar en mitigar las enormes necesidades que tenía todo el pueblo, viendo la ocasión de demostrar una vez más su agradecimiento a la nación amiga, iniciando una suscripción que sería largamente apoyada. La iniciativa partió de la colonia alemana en Málaga, uniéndose seguidamente diversos particulares en Alemania, centros oficiales, e incluso el propio emperador Guillermo II . Se decidió emplear el dinero de la recaudación en la construcción de un puente metálico, una pasarela, que se colocaría en el lugar del desaparecido de Santo Domingo, y así poder restablecer las comunicaciones con los barrios del Perchel y la Trinidad. La sociedad Martos y Compañía se encargaría de construir el puente, según el proyecto presentado por el consulado alemán, proyecto que fue aprobado por el Ayuntamiento el 12 de agosto de 1908 . Las obras de montaje en el río comenzaron el 31 de agosto de 1909, y después de tres meses y medio de trabajo, el 16 de diciembre, fue entregado a la ciudad. El cónsul alemán, con esta ocasióh, presentaría el siguiente escrito a la Corporación Municipal: "Al Excmo. Ayuntamiento Constitucional de Málaga. Señor Presidente. Señor. El Pueblo alemán tenía contraída una deuda de gratitud con los ma­lagueños. Una terrible catástrofe, el naufragio de la fragata Escuela de Guardias Marinas "Gneisenau" y el humanitario comportamiento observado por Málaga entera desde que se apercibió del peligro que corrían el buque y los tripulantes de la Nación Amiga, fueron origen de un profundo sentimiento de gratitud por parte del pueblo alemán, con cuya representación me honro. Una segunda catástrofe, no menos terrible y dolorosa que la primera y cuyos desastrosos efectos aún siguen sintiéndose en esta hermosa ciudad, ha brindado ocasión de evidenciaros tales sentimientos. La Colonia Alemana, que no podía olvidar cómo los hijos de Málaga rivalizaron el infausto día 16 de Diciembre de 1900 en solicitud y heroísmo, luchando con interés y abnegación sublimes para el salvamento de sus hermanos los náufragos y que aún tiene presentes el amor y el desinterés con que todos se disputaron el alojamiento de los supervivientes, durante los días que éstos permanecieron entre nosotros, apenas tuvo conocimiento de la formidable inundación del 23 al 24 de Septiembre de 1907, que tantas víctimas y destrozos causó en esta provincia, sintióresur­gir con más bríos los hermosos sentimientos de la caridad y la gratitud, aprestándose a mitigar con su óbolo tanta desdicha. Y una suscripción iniciada por esta colonia alemana, 24 horas después de ocurrida la inundación, encabezada por S. M. el Emperador Guillermo 11 con una respetable suma, y secundada por Ministros, Ayuntamientos, Cámaras de Comercio y otros centros oficiales y particulares de Alemania, ha producido lo suficiente para costear la pasarela que en nombre de mis representados tengo el honor de ofrecer al pueblo de Málaga por mediación de su digno Alcalde ... . Es curioso comprobar como aún hoy día personas de cualquier edad aquí en Málaga, cuando se comenta algo referente al puente de Santo Domingo, en seguida lo relacionan con el hundimiento de la "Gneisenau", asegurando "que fue donado por los alemanes por el auxilio que se prestó a los marinos del barco alemán que se hundió en la escollera". y se adivina en sus palabras un tono de agradecimiento por ese gesto amigo de un pueblo para con el otro. Y es que estos acontecimientos conmovieron.

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