Vándalos, Bizantinos y Visigodos en Málaga

Ocupación Visigoda. siglos IV a VII de nuestra era . Durante el siglo IV las tierras de Málaga, que no formaban unidad política alguna, reflejan simplemente los acontecimientos históricos del Bajo Imperio. La ausencia de fechas que reflejen hechos significativos en esta zona, no puede ocultar la importancia de dos fenómenos:

1 . Recuperación económica, tanto en la costa como en el interior de Málaga, como han reflejado muy bien diversas excavaciones arqueológicas realizadas en estos últimos años. La pérdida de importancia de algunos sectores de las ciudades, sin duda evidente, no puede formularse, sin embargo, en términos catastróficos.

2. Difusión del cristianismo en esta época, cuya constatación en los siglos anteriores es prácticamente imposible, al menos desde un punto de vista arqueológico. Durante el siglo V las tierras de Málaga fueron escenario de la llegada de los vándalos en el 411 y de sus luchas con los visigodos de Walia por controlar la zona. Estas luchas debieron lógicamente de perturbar la vida social y económica, pero reflejan a su vez la definitiva implantación del poder visigodo. La construcción de la basílica paleocristiana de Vega del Mar (San Pedro de Alcántara, Marbella) de clara tradición romana, indica hasta qué punto sobrevivió e impactó la cultura hispanoromana a los nuevos ocupantes.

En el siglo VI, el acontecimiento histórico más importante es la ocupación bizantina de los territorios malagueños. Concretamente, a partir del 552, el ejército enviado por el emperador Justiniano en apoyo de Atanagildo y en contra de Agila, estableció una demarcación entre la desembocadura del Guadalete y Cartagena, cuya capital pudo ser Malaea. Los diversos intentos de la monarquía visigoda por recuperar esta provincia" culminaron en el reinado de Sisebuto, que entre los años 613 y 615 recuperó definitivamente el territorio, que se integró en el reino hispano-visigodo. Diversas menciones conciliares nos testimonian la asistencia de obispos de Málaga a los concilios visigodos, como prueba de la pujanza de una Iglesia cada vez más poderosa en las tierras de Málaga. Otro dato importante es la acuñación de trientes de oro, acuñados en Malaea en el reinado de Sisenando (631­636). Muy pocos datos más tenemos de la ocupación visigoda. que sólo podrá conocerse mejor cuando una adecuada sistematización de las necrópolis visigodas y un mayor número de excavaciones, permita ampliar nuestros conocimientos y conectarlos con las teorías actuales sobre las causas de la decadencia del reino visigodo.

La Costa y los Territorios del Interior a Finales del Mundo Antiguo. Tanto en el Bajo Imperio como en la época visigoda, la situación de los territorios malagueños tiene como principal característica la separación y diferencias entre los asentamientos de la costa y los del interior, lo que generará a su vez diferencias en la actividad económica. Como ejemplo de esta dualidad interior-costa, podemos referimos al caso de las ciudades. Concretamente, en Acinipo (Ronda) y Lacipo (Casares), que tenían acrópolis altoimperiales donde se ubicaban los edificios públicos, asistimos a la construcción de murallas que acentúan (y quizás marcan) el carácter defensivo de las cotas topográficas más altas de estas ciudades. No constatamos, por el contrario, que se construyan nuevos edificios públicos en estas acrópolis. Se hacen pequeñas modificaciones en los antiguos, lo que indica un cierto grado de decadencia de la actividad arquitectónica en algunos sectores de las ciudades. Sin embargo, no podemos probar claramente que esta decadencia se extendiera en términos económicos absolutos a otras zonas urbanas que debieron seguir ocupadas.

En las ciudades de la costa, como Malaca (Málaga) o Cilniana (San Pedro de Alcántara, Marbella), los puntos urbanísticos más importantes debieron de seguir su actividad sin sufrir ningún desplazamiento, ni siquiera sectorial. Podríamos hablar en todo caso de un fenómeno de retracción de los núcleos urbanos. En el caso de la basílica paleocristiana de Vega del Mar, su construcción hacia el año 500 indica por su calidaq arquitec­tónica no sólo el desarrollo del cristianismo, sino la evidente prosperidad económica de un emplazamiento, que irá perdurando hasta el final de la ocupación visigoda.

En cuanto a las villae romanas, también existe una evidente dualidad entre las del interior y las de la costa. Las primeras, presentan un evidente carácter de explotaciones agrarias, muy prósperas durante el siglo IV y probablemente en épocas posteriores. Los terrenos circundantes estaban dedicados al cultivo de la vid, olivo y cereales, con una presencia abundante, aunque no exclusiva, de cerámicas comunes,buenos ejemplos de ello serían la villa romana de Cártama o el quadriburgium de Mollina. destrucción de las edificaciones romanas. Aparece gran cantidad de sillares revueltos, procedentes de los dos tipos de muros que señalamos en el plano, con mucha mayor cantidad de tejas y cerámica romana y fragmentos pequeñísimos de carbón. En general, el color de la tierra es grisáceo.

Sobre este estrato y con posterioridad, por tanto, a la destrucción de la ciudad, se colocó una necrópolis. Como también se ha dicho, las tumbas rompen para su colocación los muros de las construcciones y taponan cuanto la encuentran por delante. Sus características son las siguientes:

a) Como cubierta se utilizan tres o cuatro grandes losas que se adaptan en líneas generales a la caja de tumba. Han sido labradas para este fin, pero sin preocupación por una labra perfectamente escuadrada. Algunas de ellas aparecen partidas en dos o tres pedazos e inclinadas hacia el interior de la tumba, con muestras de fracturas violentas realizadas cuando el saqueo, pues se nota su colocación más descuidada de lo que sería en un principio.

b) La caja tiene forma trapezoidal y está formada por lajas colocadas en posición vertical. Entre laja y laja se han colocado para servir de unión pequeñas piedras, tierra y cal. Dentro se encuentran los esqueletos, en mal estado de conservación; les faltan piezas y se encuentran siempre con señales de haber sido movidas de su posición primitiva. Se puede deducir, sin embargo, que fueron enterrados en decúbito supino con los brazos a lo largo del cuerpo y adosados a las caderas. El cráneo suele encontrarse lateralizado hacia la izquierda y apoyado sobre la clavícula de este lado. La capa de tierra de encima del esqueleto y la que lo envuelve tiene un color negruzco y está muy apelmazado, con algún componente grasiento que a nuestro juicio serviría para la conservación del cadáver. Generalmente con los esqueletos no aparecen más que pequeños fragmentos de cerámica, en algún caso, restos mínimos de madera. Por debajo de los esqueletos aparece una fina capa de mortero y a veces fragmentos de tégula, aunque nunca aparezca un sólo ejemplar completo. Es evidente que los hallazgos de esta necrópolis visigótica han sido escasos, debido al saqueo actual. El ajuar de las tumbas debió de ser más rico, En la costa existe una larga serie de villae, que no podemos enumerar de· talladamente, como las de Torrox, Torreblanca del Sol en Fuengirola, Río Verde en Marbella o la de San Luis de Sabinillas. Son edificacionesdecarácter lujoso, con ricos mosaicos, e importante presencia de sigillatas norteafricanas. Su prosperidad podría explicarse por las frecuentes relaciones comerciales, especialmente con Africa.

EVOLUCION y RUINA DE UN CIUDAD ROMANA: EL EJEMPLO DE LACIPO (CASARES) Esta ciudad romana ocupa una importante posición estratégica en el valle Guadiaro-Genal, debió ser su mamen to más importante; al menos, desde u punto de vista constructivo, puede s tuarse en el siglo I d. C., persistiendo como ciudad hasta finales del siglo I aunque sufriendo diversas vicisitud El reflejo de ellas puede verse en sector de las excavaciones que estudió en 1975. El Nivel III, se puede fechar a mediados del siglo I d. aproximadamente.

A él corresponden los hallazgos importantes de é romana, ya sean las estructuras arq tectónicas o los hallazgos material Existen, sin embargo, toda una serie de pequeñas modificaciones en I edificios del interior de la acrópol que pueden seguirse en el plano de excavaciones. Sin embargo, es mucho más importante la construcción un nuevo sector de murallas, preci mente en este sector de la ciu orientado hacia el mar, como defe para probables ataques que venían la costa y no del interior. A falta mejores comprobaciones arqueologicas, podemos global mente situar to las reformas como las nuevas construcciones de muralla en la segunda mitad del siglo III o comienzos del IV indicaría la perduración del empla zamiento de la ciudad y un cierto plazamiento de la actividad económica hacia otras zonas, cumpliendo tonces la acrópolis de Lacipo un puesto eminentemente defensivo. Otra etapa histórica de esta ciudad fechable en el siglo IV, sería la Nivel ll, que correspondería al nivel con más jarritas y objetos metálicos, en paralelo al sector visigótico de la necrópolis de la basílica de Vega del Mar, que luego estudiaremos detenidamente.

AGRICULTURA Y FORTIFICACION EN LA ANTIGÜEDAD TARDIA: EL CASO DE MOLLlNA Durante las excavaciones arqueológicas de Mollina aparecieron diversas construcciones que nos revelan bastante bien, a través de sus dos etapas constructivas, los cambios económicos y sociales que se operaron en el campo, en los últimos siglos de la España romana. Aparecieron en Mollina en el nivel más bajo los restos de unas esté¡lncias cuadrangulares que formarían parte de una villa dedicada a la explotación agrícola de esta fértil zona. Especialmente importante resultó el hallazgo de una pequeña fortificación más tardía, que constituyó una segunda etapa constructiva, correspondiente al período que estamos analizando aquí. La planta de fortificación puede trazarse con bastante fiabilidad. Aunque haya pequeñas diferencias en las dimensiones (que nos deberían hacer hablar de un rectángulo) las atribuimos a pequeños fallos de muy poca impor tancia en la construcción. Por ello preferimos seguir hablando de un cuadrado con una torre en cada uno de sus vértices; torres que en su tiempo serían casi iguales, aunque modernamente se les hayan arrancado los sillares, especialmente sus esquinas, y producido, por tanto, una variación artificial en sus dimensiones.

Solamente en uno de sus lados presenta la planta algunos problemas, pues el lienzo de la muralla se interrumpe para dar paso a lo que hemos denominado un empedrado o especie de plataforma constituida por una compacta capa de gruesas piedras y cal, de planta rectangular. Aquí situamos nosotros la entrada al recinto, sin que podamos precisar con exactitud si se trata de una especie de pavimento reforzado o serviría como base de una gran construcción, quizás en forma de torre, en la que se abriera una gran puerta de acceso al recinto. No sabemos con exactitud si el lienzo de la muralla continuaba al otro lado del empedrado y fue destruido modernamente, sin que ni siquiera hayan quedado huellas de cimentación, o bien el muro alargado del interior, bastante más estrecho, servía de cierre en esta zona, existiendo por tanto, un retranqueo de la fortificación. En el interior, unos muros cuyas anchuras oscilan entre 0,50 a 0,60 m. corren paralelos a los lienzos amurallados, a una distancia media de 3,50 m. El conjunto se articularía en torno a un gran patio central. Una consideración de recinto militar, aunque susceptible de albergar una pequeña guarnición, de capacidad operativa limitada por el hipotético exiguo número, o bien para servir de albergue defensivo a los habitantes de las cercanías.

CRONOLOGIA y FUNCION DE LA FORTIFICACION DE MOLLlNA Para la primera etapa constructiva podemos aducir el horizonte cultural constituido fundamentalmente por la cerámica común romana, con un conjunto importante que detallaremos en los capítulos siguientes; puede compararse provechosamente con el de Lacipo. A ello se unen los escasos hallazgos de terra sigillata gálica o hispánica, que nos inducirían a cons­tatar la utilización del recinto en los siglos I y II d. C. Es cierto que los hallazgos numismáticos nos proporcionan en sí mismos fechas más antiguas; a nuestro juicio indican una circulación monetaria prolongada, que se acercaría al cambio de era. Nos encontramos ante una zona ya romanizada, con pocas huellas, por no decir 12 escasísimas, de poblamiento anterior a las fechas propuestas. En cuanto a la cronología de la segunda etapa, al haber desaparecido el estrato arqueológico correspondiente, es difícil precisar una fecha concreta. Nosotros pensamos en la segunda mitad del siglo II, pues tras las invasiones varias de la Bética los núcleos centrales de población o de las explotaciones agrícolas debieron de sentir la necesidad de fortificarse en plan defensivo.

Dicho de otro modo, no pensaríamos, al menos en términos absolutos, en una fortaleza exclusivamente militar; por su tamaño tendría poca capacidad operativa para la ocupación del territorio. Este tipo de fortaleza cuadrada, con torres en sus esquinas, es poco conocido en la Península Ibérica, aunque tenga ya una larga tradición y copiosa literatura en otros países; se trata en principio, de paralelos exclusivamente tipológícos. Reiteramos finalmente, la diferencia constructiva y cronológica entre las estancias de la explotación agrícola y de la fortificación. Ambas etapas tienen, sin embargo, un factor común, ¿que es la hora de extraer unas conclusiones globales. Es seguro que nos encontramos ante una fortificación pequeña, pero ello no se deduce necesariamente que el modo de explotación agrícola de la zona, al menos en sus líneas generales, hubiera cambiado radicalmente. Gracias al estudio de otros casos, debidos especialmente a Goodchild, se tiende a considerar que estos emplazamientos serían granjas fortificadas más que fortificaciones en sentido estricto. Si en nuestro caso no podemos llevar tan lejos las conclusiones, podríamos concluir que los añadidos posteriores, que servirían posiblemente de almacenes, tienden a abonar estas consideraciones. Además, dichos añadidos posteriores no estarían muy lejanos en el tiempo de la construcción de las estructuras principales.

No pueden señalarse paralelos tan pequeños para este tipo de construcción en Francia o en Alemania, apareciendo, más bien en el Norte de Africa, Siria y Palestina. Se les aplica preferentemente la denominación de quadriburgium mejor que la de castellum. Según estos paralelos tipológicos la datación tendería a situarse a fines del siglo III, como sería el caso de Mollina, o en otros casos, en el siglo IV. Este quadriburgium puede enmarcarse muy bien dentro de la recopilación de plantas realizada por J. Lander, y más exactamente en una de sus va­riantes. La primera tiene, además de las torres en los vértices, otra torre en medio de los lienzos amurallados y una o dos más pequeñas aliado de la entrada. Así serán los ejemplos de Irgenhausen, Schaan, y Muhattet el Haj, Deirel Khaf, Dionysias y Bourada. Nuestra fortificación se enmarcaría en una variante más simple; Gornea (ca. 294-303), Qasrbshir (306 d. C. y Oasr el Hallabat 213) se definirían, entre otras características, por las cuatro torres en las esquinas.

ANTIGÜEDAD TARDIA Y OCUPACION VISIGODA EN LAS TERMAS DE TORREBLANCA DEL SOL EN FUENGIROLA. Las diversas etapas cronológicas de esta zona ejemplifican con claridad la perduración de los lugares de asentamiento y sus diversos cambios de función. En la primera etapa, de cronología alto imperial, nos encontramos, por tanto, ante unas pequeñas termas, indudablemente privadas. Esto quiere decir, desde un punto de vista arquitectónico, en primer lugar una capacidad reducida, correspondiente sin duda a las necesidades de los propietarios de una villa próxima (no ha podido excavarse), que sería una residencia señorial de carácter suburbano, situadas en las cercanías del Municipium Suelitanum, localizado con acierto en las proximidades del castillo de Fuengirola. Estas termas privadas tienen un programa simple y a la vez evolucionado, tanto desde un punto de vista técnico como funcional. Disponían, como hemos dicho, de un baño de agua caliente o caldarium, de un baño de agua tibia o tepidarium y de una piscina de agua fría o trigidarium.

El fuego se produciría en un horno, por combustión de leña o de carbón vegetal. El agua vendría desde el manantial al depósito elevador y desde allí se distribuiría desde el manantial al aljibe y a otros recintos de las termas. Por tanto, las partes elementales de unas termas existen, sin que podamos decir con seguridad si el programa arquitectónico era más amplio y otros recintos se han destruido. Por otra parte, es bien sabido que estas termas pequeñas ni entonces, ni ahora pudieron compa­rarse con las grandes termas públicas.

En cuanto a la cronología, si bien los hallazgos de terra sigillata itálica y gálica evidencian una ocupación y asentamiento del lugar en el siglo I, nosotros nos inclinaríamos a llevar al siglo II, quizá a su primera mitad, la construcción de la zona termal. Ello iría además de acuerdo con la evolu­ción que suponen los dos octógonos simétricos, propios de un trazado avanzado no sólo en la técnica sino también en el tiempo. Respecto a los paralelos, mencionaremos aquí la utilización de estructuras octogonales en "Las Bóvedas", edificación romana de Marbella. Se trata de una estructura octogonal radiada, de cronología todavía incierta (s. II), perteneciente quizá a unas termas. En el caso de Fuengirola se trata de octógonos simétricos, pertenecientes a una estructura más simple. La comparación revela en todo caso la existencia de módulos y de trazados evolucionados a partir del siglo II. En la segunda etapa hay que destacar la reutilización de las estancias termales, aunque un cambio total de función, propio de época tardía. Así, por ejemplo, uno de los octógonos se ve partido por un muro para conver­tirlo en dos albercas o piletas desiguales. No sabemos si esta reutilización se produjo cuando la villa estaba ya abandonada.

La transformación de las habitaciones en albercas sería mucho más fácil (y su utilización más cómoda) si se tiene en cuenta la disposición regular de las mismas, como podría darse en una factoría de salazones pequeña. El resto de la albercas parece articularse en torno a un canalillo, del que quedan escasos restos; tendría como finalidad la distribución de agua por todo el recinto. Su mala calidad constructiva permite suponer una rápida destrucción en caso de abandono. La utilización de sillares en los muros divisorios de los recintos, que no pueden definirse con absoluta exactitud, permite insistir en el reaprovechamiento de los materiales de unas construcciones de calidad próximas, como podrían ser las de la cercana villa. Nosotros pensamos que todas estas albercas formaban una industria artesanal, la que vendría trabajando desde mediados del III hasta fines del siglo IV. Hemos incluido en esta segunda etapa el gran aljibe o depósito de agua puesto que sabemos con claridad la utilidad del agua en establecimientos de este tipo. Se presupone un considerable gasto de agua, por lo que un reaprovechamiento pudo ser muy útil.

El muro con sillares que cierra la zona con las albercas delimita un recinto muy específico y cerrado, que no parece estar en contacto con el aljibe. Dicho de otro modo, el recinto de la factoría debió ser mucho más que el que aparece en el plano; no hay comprobación arqueológica suficiente dé que se extendiera por toda la plataforma actual donde se han realizado las excavaciones arqueológicas. . En cualquier caso, hay que resaltar este carácter, que ya hemos señalado de factoría pequeña, para el comercio en todo caso con un área reducida, como corresponde a una industria artesanal, lo que no quiere decir necesariamente falta de prosperidad económica cualitativa. Dicho de otro modo, la planta conservada no corresponde en absoluto con los trazados de las grandes factorías altoimperiales, pero sus propietarios, quizá habitantes de la próxima villa, efectuaban compras de cerámicas importadas como las sigillatas, especialmente la D., lo que nos da también un indicio cronológico seguro.

El mismo sentido tendrían los hallazgos de lucernas paleocristianas, que añaden además el dato de cristinianización de esta pequeña parte de la cultura material, aunque no podamos ir mucho más allá. Finalmente, las tumbas señaladas en el plano nos testimonian la existencia de una necrópolis importante en época visigoda; la fosa se encuentra labrada en la roca y estaría completada con ladrillos y argamasa, materiales casi totalmente desaparecidos. Por tanto, los huecos actualmente existentes tienen un valor solamente orientativos. En cualquier caso, cuando se ubicó la necrópolis en esta zona la factoría se encontraría ya en desuso. De todas formas hay que contar con una iglesia en el sitio. La inscripción puede fecharse en el siglo VI y correspondería, por tanto, a la etapa de la necrópolis visigótica, tercera y última de la ocupación de la plataforma en la que se desarrollaron excavaciones.

SIGNIFICADO DE LA BASILlCA PALEOCRISTIANA DE VEGA DEL MAR Una explicación funcional y litúrgica de la basílica requiere como premisa indispensable aclarar sus fases constructivas, puesto que han sido dos. A continuación explicaremos la función de los diversos recintos y/o conjuntos de recintos para realizar después un análisis del conjunto orgánico del edificio. En cuanto a la fase constructiva, que fechamos hacia el 500, es la más importante, pues a ella corresponde la mayor parte de la obra conservada. Es decir, el trazado es típicamente paleocristiano y consta de tres naves, mayor la central que las laterales; dos ábsides contrapuestos, con claros paralelos hispánicos y norteafricanos; sacristía; baptisterio compuesto de dos habitaciones, una de ellas con la primitiva piscina bautismal de tipo rectangular y el vestíbulo general de acceso al recinto..

 

LA BASILlCA DE VEGA DEL MAR Y SU CONTEXTO HISTORICO Los hallazgos esporádicos realizados en los terrenos situados inmediatamente al Levante de Las Bóvedas testimonian la existencia de un núcleo urbano de cierta importancia en ese sector. Tal vez estuvo emplazada allí la antigua Cílniana, que distaba 45 millas de Málaga según el Itinerario de Antonino, distancia equivalente a 66,5 Km. y algo menor a la que actualmente separa a la capital de San Pedro de Alcántara por la carretera nacional 340.

La exégesis de esos hallazgos y, en particular la presencia de fragmentos de sigíllata sudgálica, permite remontar la existencia de ese núcleo al menos hasta la primera mitad del siglo I. Y es indudable que, con los altibajos motivados por los cambios sociales y económicos que se sucedieron a lo largo del Imperio, se mantuvo hasta finales de los tiempos antiguos y perduraría durante los tres primeros siglos medievales. Pérez de Barradas cree que la supuesta Cilniana quedó arrasada por una ola gigante levantada por el seísmo que devastó el área mediterránea en el año 365.

Los que sobrevivieron a la catástrofe la reconstruyeron en el curso del último tercio del siglo IV y sería en ese período cuando erigieron la basílica, utilizando profusamente como materiales de construcción los restos de los edificios abatidos por la sacudida telúrica. El templo debió tener dos ábsides desde el primer momento, pues no se aprecian indicios de que el contra ábside se agregara en tiempos posteriores, como ocurriera en la basílica norteafricana de Orleansville. Muy pronto se comenzarían a emplazar sepulturas en torno a la iglesia, especialmente en el frente Norte. La numerada como 147, construida con tégulas, sería un modelo típico de los tiempos del Bajo Imperio y también cabe etiquetar como tardorromana a la sepultura 69, atendiendo a las características de una lucerna aparecida en ella, de la que no se ofrece representación gráfica. Suponemos que las gentes que habitaron aquella población en el curso del Bajo Imperio utilizaron como necrópolis los terrenos situados junto a la margen izquierda del Arroyo del Chopo. A ese camposanto pertenecían las dos tumbas que recientemente han aparecido en la línea costera de Vega del Mar. Con la llegada del cristianismo, proseguirían allí los enterramientos aunque se efectuaran de acuerdo con el ritual de la nueva religión. Aceptamos, por tanto, la hipótesis de Pérez de Barradas acerca de la continuidad de un pequeño burgo junto a la raya costera de San Pedro de Alcántara en tiempos antiguos y en los primeros siglos medievales y admitimos también su posible devastación como consecuencia del maremoto del 365. Gineston incluye a Cilniana entre las posibles víctimas de aquel seísmo, cuyos estragos han sido señalados en diversos puntos del Norte de Africa, Sicilia y Roma, en un trabajo publicado recientemente. En lo que no estamos de acuerdo es en la cronología que propone para la erección de la basílica.

Si los efectos del terremoto del 365 fueron tan calamitosos en la ribera de la costa malagueña como algunos creen, es preciso admitir que la supuesta Cilniana tardaría bastantes años en recuperarse teniendo en cuenta las graves perturbaciones políticas y económicas que afectaron al Imperio en las décadas finales del siglo IV. y tampoco favorecerían su resurgimiento los movimientos de tropas y masas bárbaras registrados en las áreas más meridionales de la Bética en el curso del primer tercio de la centuria siguiente, movimientos de los que tenemos datos concretos referidos al ámbito norgibraltareño.

Señalemos que desde la playa de San Pedro de Alcántara a la embocadura del Estrecho hay poco más de medio centenar de kilómetros. Por los tesorillos con monedas de la segunda mitad del siglo IV descubiertos en Tarifa y en Sabinillas (tenemos noticia indirecta de probables conflictos bélicos que aconsejaron a sus poseedores la ocultación de ese numario y cabe destacar que de la segunda de las poblaciones citadas a Vega del Mar hay unos25 Km. en línea recta. Aparte de las probables repercusiones que tuvieron en el área geográfica que es objeto de nuestra atención el frustrado intento de Walia, en el año 417, de llevar un cuerpo expedicionario a la orilla sur del Estrecho de Gibraltar, o la campaña emprendida por este mismo monarca para acabar con los vándalos y alanos establecidos en la Bética. Según el testimonio de Sidonio Apolinar la batalla decisiva que supuso un descalabro para las dos etnias citadas se libró a la sombra del Peñón de Gibraltar. y supuso, sin duda, una durísima experiencia para la población asentada en Vega del Mar, la llegada al extremo meridional de la Península Ibérica de las masas de vándalos que al mando de Geiserico cruzaron el Estrecho yaguas aledañas, para caer sobre los territorios de la Mauritania Tingitanao en los tiempos que siguieron no tenemos noticia de acontecimientos que pudieran tener una proyección negativa para el área costasoleña. Y hasta es muy posible que las circunstancias fueran propicias para un relanzamiento económico de las gentes que la poblaban.

Como indica Hayes hay motivos para creer que el Estrecho de Gibraltar sirvió de camino a un intenso tráfico marítimo que enlazaba, entre otros, los centros productores de cerámica del septentrión africano con los mercados de la fachada atlántica europea. Naturalmente este tráfico tendría puntos de escala en la ribera norte del Mar de Albarán contribuyendo con ello a proporcionarles ventajas económicas. El incremento del nivel de vida propiciaría mejoras de toda clase a las gentes de Vega del Mar y en torno creemos que decidieron construir un lugar de culto de magnitudes relativamente importantes para un pequeño núcleo urbano. Y fue entonces cuando erigieron la basílica, cuyos vestigios han llegado hasta nosotros. En su planta original ya contaría con dos ábsides. En el año 351 Atanagildo se alzó contra Agila y solicitó la ayuda de Justiniano.

Con el concurso que le proporcionaron tropas bizantinas consiguió batir a su rival pero para recompensar a sus aliados tuvo que cederles buena parte de sus territorios, entre los que se incluían las tierras malagueñas. La ocupación bizantina debió repercutir favorablemente en la economía de la comarca de la Costa del Sol. Además, llegaron importantísimos estímulos culturales que se dejaron sentir en todo el ámbito hispano y dejarían una profunda huella en la sociedad visigoda, que iba a perdurar hasta la llegada de los árabes. Mediando el siglo VI y, posiblemente, en los primeros tiempos de la ocupación bizantina, la basílica de Vega del Mar experimentó algunas reformas, siendo las más notorias la adición de la piscina cruciforme, el cierre del ábside oriental y la edificación del recinto meridional. Tales mejoras habría que atribuirlas a la conjunción de diversos factores de índole social y religiosa, así como a una notable pujanza económica, basada, en buena parte, en el aprovechamiento de los recursos marítimos que en todo tiempo debieron constituir la principal fuente de recursos de los habitantes de aquel paraje, superando a los que pudieran lograr con la práctica de la agricultura. Pérez de Barradas habla de graves daños sufridos por la basílica en los siglos V Y VI, siendo la más importante la que produjo el hundimiento de la nave derecha que fue reconstruida de manera tosca, con unos pilares que no eran simétricos con ¡os de la izquierda.

Entre las posibles causas de esas destrucciones cita un terremoto acaecido en el año 526, de características semejantes al del 365. Testimonio de esta calamidad sería una capa de arena perceptible en el fondo de algunas sepulturas. En nuestras excavaciones no hemos detectado ningún estrato arenoso en los enterramientos explorados. Con la expulsión de los bizantinos no desaparecería la impronta que su arte había dejado en la cultura visigoda y, en lo que concierne al sector marítimo malagueño, se mantuvieron importantes vínculos económicos con el lmperio de Oriente sirviendo, probablemente, de escala para las embarcaciones bizantinas que mantenían enlace con las bases estratégicas que se mantenían en la ribera africana del Estrecho de Gibraltar y que no se perdieron hasta la llegada de los árabes al extre­mo occidental del Mediterráneo. En lo que respecta a la necrópolis de Vega del Mar repetimos nuestra opinión de que constituía un apéndice de la que comenzara en tiempos paganos para continuar luego como un camposanto cristiano, sin que hayamos podido precisar indicio alguno que permita deslindar los enterramientos efectua­dos bajo fórmulas arrianas o católicas. La presencia de monedas de la segunda mitad del siglo IV en diversos enterramientos no permite establecer conclusiones cronológicas concretas, pues es muy posible que se utilizaran a guisa de amuletos o por razones que ignoramos, pero en épocas muy posteriores a sus fechas de emisión, según evidencia el desgaste que se aprecia en casi todas ellas. Tampoco consideramos que haya una diferencia cronológica evidente entre los enterramientos practicados en el interior de la basílica y los efectuados en el exterior de la misma. Tal vez se trate de distinciones sociales y las personas de mayor relieve tendrían el privilegio de ser sepultados en el recinto del templo.

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