Los Visigodos

Reino Visigodo hasta Leovigildo

Invasión germánica y bizantina tras la caída del Imperio Romano. La decadencia romana da paso a la dominación de los pueblos germanos, que sobre el año 411 arrasaron las costas malagueñas. Tras la división del Imperio Romano, y la definitiva crisis del mismo, Málaga entra dentro de las áreas de la Península afectadas por las grandes migraciones y asentamientos de los pueblos germánicos, especialmente de los vándalos silingios, que durante el siglo V vienen importando a Occidente el arrianismo.

Bajo el dominio visigodo, Málaga se convirtió en sede episcopal. El primer obispo conocido fue Patricio, consagrado sobre 290, y presente en el Concilio de Elvira. Con la intención de reconstruir el Imperio Romano, el emperador bizantino Justiniano conquista, entre otros territorios, Málaga, que fue una de las más importantes ciudades de la provincia bizantina de Spania, hasta que son expulsados por los visigodos, en el 615, tras la conquista el rey visigodo Sisebuto. Ya por ese tiempo, Málaga estaba rodeada de torres que eran usadas para vigilancia ante invasiones y para el cobro de impuestos al paso de carretas.

 

I. HISTORIA. Síntesis histórico-política. Los pueblos godos proceden de Escandinavia; desde los cursos del Vístula y Oder inician una migración en el ur hacia el mar Negro, comenzando los choques con el Imperio romano, que se hacen cada vez más frecuentes a lo largo del siglo III. En el 376, obligados por los Hunos, atraviesan el Danubio y, mediante un pacto con Roma, se establecen en Tracia. Por primera vez un pueblo bárbaro es admitido oficialmente dentro del Imperio. La facción nacionalista visigoda, partidaria del enfrentamiento con Roma, elige como jefe a un miembro de la familia de los Baltos, Alarico I, quien después de algunas campañas por Iliria y Grecia vuelve sus miradas hacia Occidente. Tras dos tentativas fracasadas sobre Italia, marcha en un tercer intento sobre Roma, donde entra saqueándola (24 ag. 410).

En ese mismo año muere Alarico. Es elegido rey Ataúlfo (410-415), quien seguramente por un pacto con el emperador Honorio para luchar contra el usurpador Jovino marcha a las Galias. El matrimonio de Ataúlfo con Gala Placidia, hermana del Emperador, provoca la ira de éste, y Ataúlfo se ve obligado a pasar a España, instalándose en la Tarraconense . Inclinado ahora al entendimiento con Roma, porque se siente consciente de la inmadurez de su pueblo, es asesinado por el partido nacionalista que no ve con buenos ojos el acercamiento al Imperio. Sirerico (415), su sucesor, es un exaltado nacionalista, cuyo breve reinado dedica a eliminar a los hijos del primer matrimonio de Ataúlfo y a maltratar a Gala Placidia. Asesinado a su vez, le sucede Walia (415-418), quien inmediatamente se da cuenta de que su situación en la Tarraconense es insostenible, pues los romanos bloquean los puertos.

Fracasa también en un intento de pasar a África, y la única salida viable es el acuerdo con Roma. En el 416, un pacto entre romanos y obliga a éstos a luchar contra suevos , vándalos y alanos , y a devolver a Gala Placidia; a cambio, el Emperador les concede abastecimientos (anno/las). En cumplimiento de 10 acordado, Walia inicia las campañas contra alanos y vándalos silingos. El resultado es fulminante: estos pueblos son aniquilados, y sus restos se refugian entre suevos y vándalos asdingos, que ocupan el extremo noroeste de la Península. Vuelto a las Galias, recibe del emperador Constancia la provincia de Aquitania, desde el Loira a Burdeos, en calidad de federado del Imperio. Éste es el nacimiento del reino de Tolosa (Toulouse), así llamado porque en esta ciudad instala su capital Walia en el 418, el mismo año de su muerte. Las luchas en España entre suevos y vándalos asdingas hacen que, aunque vencedores los vándalos, abano donen el extremo noroeste de la Gallecia, pasando a la Bética (421).

Desde ella realizan incursiones sobre Mauritania y Baleares, y conquistan Sevilla y Cartagena. Pero pronto abandonan la Península y fundan un reino en el Norte de África (429). En España quedan solamente los y los suevos. Mientras, entre los visigodos Teodoredo (418·451) ha sucedido a Walia. Intenta Teodoredo independizarse de Roma y apoderarse de tierras del Imperio, como la Narbonense; pero ante la amenaza de los hunos busca de nuevo la alianza con el Imperio. Teodoredo es el principal auxiliar del general romano Aecio en la lucha contra los hunos en los Campos Cataláunicos (451); su rey Atila es vencido, pero también muere Teodoredo. Tampoco la derrota de los hunos es completa porque Aecio, temiendo un excesivo fortalecimiento de los visigodos permite la huida de Atila. Suceden a Teodoredo sus hijos Turismundo (451·453) y Teodorico (453-466); éste vence en colaboración con el Imperio a los suevos, haciendo prisionero a su rey Requiario. Muerto Teodorico, sube al trono su hermano Eurico ( 466-484), auténtico fundador del reino visigodo. de Tolosa, pues aunque Walia y Teodoredo habían puesto las bases del reino es Eurico quien rompe definitivamente con Roma, cuando en el 476 desaparece su último emperador, Rómulo Augusto. Eurico extiende su reino por las Galias y España, y crea un vasto imperio desde el Guadalquivir al Loira; sin embargo, a su muero te en Arlés (484), este imperio que él creara decae.

Su hijo y sucesor Alarico II (484-507) ha de enfrentarse a un poderoso enemigo, el rey franco Clodoveo. El enfrentamiento culmina en la batalla de Vouillé (507), que supone un gran desastre para los visigodos pues allí muere Alarico II. Con el desastre se inicia el abandono de las Galias por los visigodos que constituyen un reino casi exclusivamente hispánico. Muerto Alarico II, pese a que tenía un hijo legítimo, Amalarico, por tener cinco años, fue elegido rey Gesaleico (507-511), hijo ilegítimo del difunto. Gesaleico pierde ciudades ante el avance franco, entre ellas Narbona. Huye a Barcelona, donde se enfrenta a los partidarios de su hermanastro Amalarico (526-531), cuyos derechos defiende su abuelo, el rey ostrogodo Teodorico. Es derrotado y muerto Gesaleico (511) y le sucede su hermanastro, aunque por ser menor de edad ejerce la tutela su abuelo. Con Amalarico termina lo que podíamos llamar dinastía de los Baltos, familia sobre la que venía recayendo la elección de los reyes visigodos. Entonces es elegido rey el ostrogodo Teudis (532-548), que se ve obligado a enfrentarse al Emperador de Oriente, deseoso de rehacer el antiguo Imperio romano, y que ya había destruido el reino vándalo del Norte de África. Teudis muere asesinado, al igual que su sucesor Teudiselo (548-549).

La sucesión de Teudiselo está llena de intriga. Triunfa en cierto modo Ágila (549-554), pero frente a él surgen otros candidatos. Así, en el 551, es elegido rey Atanagildo, que para combatir a Ágila llama en su ayuda e instala en la Península a los bizantinos. Derrotado, Agila se retira a Mérida, donde es asesinado por sus partidarios (554). Desde ese momento, Atanagildo (554­567) trata de expulsar a los bizantinos, pero no lo consigue. Los bizantinos retienen la Bética y la zona del Júcar durante 70 años. Le sucede Liuva (568-573) y luego Leovigildo (573-586), quien establece definitivamente su corte en Toledo. Hasta ese momento, el reino v. carece de unidad: de unidad territorial, rota por la presencia de los bizantinos y por la persistencia del reino suevo; de unidad moral, porque lo impide la existencia de dos poblaciones, visigoda e hispanorromana, neta mente diferenciadas en su cultura y tradición y, sobre todo, en sus prácticas religiosas; los visigodos son arrianos, católicos los hispano-romanos. La unidad territorial, en gran parte, es obra de Leovigildo. Consigue importantes avances frente a los bizantinos (570-572), somete a los vascones y termina con el reino suevo en otra brillante campaña (584­585). La unidad moral es más costosa; provoca una guerra civil entre Lepvigildo y su hijo Hermenegildo , que acaba con la muerte de éste; el problema no queda resuelto. Recaredo I (v.; 586-601) tiene que enfrentarse de nuevo con la cuestión religiosa, que soluciona convirtiéndose él y la masa del pueblo v. al ca­tolicismo. Desaparece así la valla insalvable que separaba a visigodos. e hispanorromanos. La orientación católica de Recaredo y su hijo Liuva II (601-603) es interrumpida por la breve reacción arriana de Viterico (603-610), que termina con su asesinato. En adelante, no habrá problema religioso.

En el 612 es elegido rey Sisebuto, que inicia unas cam­pañas contra los bizantinos y consigue confinarlos en el Algarve; pero quien logra definitivamente la unidad territorial es Suintila (621- 631), que expulsa a los bizantinos. La oposición de magnates y clero le destrona, pero sin regicidio, lo cual muestra un cambio en la mentalidad visigoda. Le suceden Sisenando (631-636), Khintila (636-639) y Tulga (639-642), cuyos reinados oscuros carecen de acontecimientos destacables. Por fin, una sublevación pone en el trono a un anciano enérgico: Chindasvinto (642-653). Pero precisamente ahora que se ha conseguido la total unidad, cuando era de esperar el máximo esplendor del reino , paradójicamente, se inicia su ruina. Las intrigas por la sucesión al trono son la causa principal. Chindasvinto había seguido una política de represión hacia los nobles, que trata de suavizar su hijo Recesvinto (653-672); pese a todo', a la muerte de éste es elegido rey Wamba (672-680), que no es de la familia de Chindasvinto; la oposición entre las dos familias provoca el fin del reino visigodo. Es depuesto Wamba por una conspiración en el 680 y se abre paso al trono Ervigio (680-687), un nuevo representante de la familia de Chindasvinto. Trata de ganarse la simpatía de los nobles y del pueblo, concediendo favores a los unos y perdonando tributos a los otros. Pero a su muerte reina Egica (687-702), de la familia de Wamba. "este tiene que adoptar una política de dureza, con lo que solamente aumenta la tensión de las familias rivales. Le sucede Witiza (702 -710), cuyo oscuro y contradictorio reinado está lleno de conspiraciones y lucha! internas. A su muerte, la rivalidad se hace de nuevo patente en la elección de dos reyes: Áquila, hijo de Wita, apoyado por la familia de Wamba- Egica; y Don Rodrigo , pariente de Chindasvinto-Ervigio.

La leyenda envuelve los hechos posteriores. Vencedor Don Rodrigo, los partidarios de Áquila llaman en su ayuda a los árabes. Don Rodrigo les hace frente con un poderoso ejército, pero la traición de los partidarios de Áquila contribuye a su derrota en las proximidades del río Guadalete o de la laguna de la Janda en el 711. Muerto Don Rodrigo, la población hispana, acostumbrada a las violencias de las guerras civiles, no da importancia a los recién llegados, que en vez de abandonar la Península inician una conquista que completan con rapidez. Es el fin del reino visigodo. 2. Sociedad. Existían marcadas diferencias étnicas y sociales entre los individuos que integraban la sociedad causa del asentamiento de uná población germánica sobre otra de hispanorromanos, que se encontraban ya en un avanzado estado de romanización. Los hispanorromanos constituían el grupo más importante numérica y culturalmente considerados. Socialmente, la separación entre libres y siervos era notoria.

Entre los libres se distinguían las clases nobles y las simplemente libres. Integraban las primeras cuatro grandes grupos: la nobleza visigoda de sangre, los terratenientes hispanorromanos. en gran parte respetados en sus propiedades; los nobles de oficio, es decir, los que desempeñaban altos cargos palatinos, y la nobleza eclesiástica que, además de poseer grandes propiedades y tener privilegios tales como exención de impuestos y de penas corporales, hecho común a toda la nobleza, añadía su autoridad moral y el fuero eclesiástico o derecho a ser juzgados por un tribunal especial. La nobleza era la clase menos numerosa, pero también la más poderosa económica y políticamente. Dentro de los no nobles pueden distinguirse varios grupos: artesanos, campesinos libres, encomendados, colonos, liberto s y esclavos. Los artesanos estaban inca­pacitados para cambiar de profesión, se agrupaban en collegia o gremios y estaban sometidos a fuertes impuestos y prestaciones personales, que hicieron que esta clase se redujera considerablemente. Una gran parte de los hombres libres no nobles la componían los campesinos, pequeños propietarios que disminuyeron también bajo la opresión de los grandes propietarios. Otros propietarios con pocas tierras se las otorgaban a un gran señor que, además de darles otras tierras en arriendo, protegía sus vidas y haciendas; eran los encomendados; otro tipo de encomendados cumplía servicios en la casa del señor o formaban parte de su ejército: los bucelarios.

Por último, dentro de los libres, se contaban los colonos, con una libertad más teórica que práctica. Cultivaban las tierras del señor, pero estaban adscritos a la tierra y no podían abandonarla; in­cluso carecían de la protección del señor. Un estrato intermedio entre libres y siervos ocupaban los libertos, esclavos que alcanzaban la libertad por concesión del señor. Su número fue escaso, pues sus hijos eran ya libres. En el último escalón de la sociedad figuraban los siervos, cuya consideración jurídica era la de cosas, carentes de todo derecho. Se llegaba a la condición de esclavo por ser hijo de esclavo, por matrimonio con esclavo, deudas, pena legal y por ser prisionero de guerra. Sus condiciones de vida variaban según se dedicaran a tareas domésticas o al campo, o fueran siervos de la Iglesia, que disfrutaban de mejor situación. En cuanto a la vida privada y al carácter v., exis­ten una serie de equívocos, debidos a algunos escritores antiguos de marcado antigermanismo, que hacen generales entre los v. defectos como la gula, la lujuria y la injusticia; pero está probado que el pueblo, en general, era más austero que el romano en su última fase. En cuanto a su pretendida barbarie, no son exactos tam­poco los escritores antiguos, porque en realidad los v. eran el pueblo bárbaro más romanizado. Esta romanización se aprecia en la lengua y el Derecho, pero también en las costumbres, vestido y casa, que adopta el tipo romano, aunque su mobiliario es más sobrio. Entre sus diversiones favoritas se encuentran los dados y la caza. También hubo circos y espectáculos teatrales, a imitación de los romanos. En sus fiestas y su vida en general tiene un gran papel la superstición, en parte basada en la mitología romana. 3. Economía. La economía visigoda era, en cierto modo, una continuación de la romana, con los mismos sistemas y útiles de cultivo. Gran importancia debió de tener la vid, a juzgar por las leyes para protegerla; fue cuantioso el consumo de vino en la mesa. En los regadíos se cultivaban los productos típicos de huerta, algunos de los cuales como las alcachofas se dice que fueron traídos a España por los visigodos. También se cultivó el lúpulo, debido al elevado consumo de cerveza.

Los árboles más abundantes fueron manzanos, olivos y encinas por su madera y su producción de bellotas, alimento de un numeroso ganado de cerda. La caza constituyó un importante complemento de la alimentación. Mantuvo su interés la ganadería, actividad predilecta de los visigodos. Los ganados utilizaban baldíos, rastrojos y prados y montes comunales, también podían pastar en los prados privados no cercados. Los rebaños trashumantes pastaban además en los montes privados, abiertos hasta dos días sin pagar por ello. El caballo no se utilizaba aún en las campañas militares; era sobre todo animal de carga; se empleaban el buey y el asno para el trabajo. Fue importante el cuidado de la abeja y del gusano de seda, necesario éste para abastecer un con­siderable mercado de finas telas que no podían importarse de Oriente, dado el escaso comercio. Las minas siguieron siendo propiedad del Estado como en época romana, pero con frecuencia se autorizaban concesiones de explotación particular. El trabajo, muy duro, se realizaba con mano de obra esclava, o mediante condenados. Entre las minas podemos considerar las salinas, de las que destacan las de la Tarraconense. La industria artesana satisfacía las necesidades básicas; la más notable era la metalúrgica de armas y útiles de labranza; a su lado figuraban la orfebrería y la textil. El comercio fue activo en esta época y nada autoriza a suponer una decadencia. Los centros de más activo comercio fueron los puertos mediterráneos, donde se establecieron Sirios, griegos, judíos e hispanorromanos; los v. rehuyeron esta actividad. Se exportaban sobre todo productos agrícolas y se importaban artículos de lujo. La contratación se realizaba en lonjas. La moneda fue la romana durante mucho tiempo.

Leovigildo fue el primero en acuñar moneda con su efigie. Se hacían siempre en oro, aunque fueron degradando su ley paulatinamente, hasta ser casi sólo de plata. 4. Instituciones políticas. La monarquía electiva fue el sistema de gobierno visigodo. En principio, el rey era un caudillo militar, elegido por la Asamblea de todo su pueblo; sus funciones consistían en mandar el ejército, administrar justicia y distribuir el botín. El crecimiento demográfico y la dispersión de los hombres de raza visigoda hizo imposible la participación de todo el pueblo en la elección del rey. Intervenía de hecho solamente la aristocracia. Pese a que siempre conservó la monarquía su carácter electivo, fue cada vez más frecuente que un rey asociara a su hijo al trono en un intento de hacerla hereditaria, empeño que nunca cristalizó de modo duradero. El hecho de que fuese electiva entrañaba el peligro del regicidio, frecuente sobre todo en los prime­ros reinados. El monarca no estaba por encima de la ley; al contrario, ésta regulaba la acción del príncipe. Pero este principio fue olvidado por algunos reyes arbitrarios. Para ser rey se requería ser godo, libre, de moralidad probada y no haber recibido la tonsura clerical; por eso la tonsura se utilizó como medio para destronar a algunos reyes: Wamba,. Al principio, los mo­narcas v. no llevaban atuendo especial, ni ocupaban un lugar de privilegio en las reuniones. En la época de Leovigildo, comienzan a sentarse en trono, usan diadema o corona y manto de púrpura, a imitación de los Emperadores romanos.

El rey ostenta los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, sin más limitación que la misma ley; es el encargado de la hacienda y el jefe supremo del ejército, con poder de declarar la guerra y ajustar la paz. En el ejercicio de sus funciones, el rey cuenta al principio con el asesoramiento del pueblo reunido en Asamblea. Después, la dispersión de los v. imposibilita tales asambleas y surgen en consecuencia otros organismos asesores que obran en nombre del pueblo: el Senado, el Aula Regia y los concilios. El Senado o Consejo de nobles lo integran los más ancianos, de ahí su nombre, y se constituye a imitación del romano. Este Consejo se mantiene hasta el s. VI, en que es sustituido por el Aula Regia . Su función es aconsejar al rey en los asuntos graves. El Aula Regia es una asamblea consultiva más amplia y regular que el Senado, necesaria al complicarse y aumentar las actividades del rey. La componen los magnates que residen en la corte como servidores más adictos al monarca y que no tienen una función definida en la administración, sino misiones temporales que el rey les encomienda. Posteriormente, se suman a ella los nobles que ejercen cargos en provincias y, por fin, con Recaredo pasan a formar parte de ella los obispos. Sus funciones son preparar las leyes, ejercer funciones judiciales y dirigir la hacienda en provincias. Los miembros del Aula Regia tienen la obligación de jurar fidelidad a cada nuevo monarca y presentarse a él; entre sus privilegios figura el derecho a ser juzgado por un tribunal especial de nobles. Los concilios son otro importante órgano asesor del rey. Los celebraba la Iglesia con carácter exclusivamente religioso, pero a partir del III Concilio de Toledo del 589 adquieren importancia política. Los concilios suponían cierto modo de participación de la Iglesia católica en los asuntos públicos. Eran convocados por el rey que, al comienzo de la sesión, leía el Tomus Regius o comunicado real al concilio.

Las deliberaciones tenían dos partes: en la primera se trataban problemas religiosos, mientras el rey estaba ausente, y en la segunda se discutían asuntos civiles; en esta última tomaban parte los miembros del Aula Regia. Los acuerdo del concilio eran sancionados por el rey, adquiriendo entonces fuerza de ley civil. Pero las transgresiones a estas leyes eran castigadas también con penas espirituales tales como la excomunión. Los concilios eran la suprema autoridad legislativa y judicial: aprobaban edictos, participaban en la elección del rey y en la administración pública. Su autoridad comenzó a decaer cuando se convirtieron en un mero instrumento de la voluntad de los reyes, que los utilizaron para legalizar usurpaciones y destronamientos o para anatematizar a los rebeldes. 5. Cultura. Los v. alcanzaron en España un gran nivel cultural que se manifiesta tanto en la literatura como en el arte (v. u). Fue el resultado de la fusión de lo visigodo con lo hispanorromano. Así, muy pronto, los v. adoptaron el latín como lengua propia. El saber de la época, como más tarde en la Edad Media, se encuentra en manos de la Iglesia; al alto clero pertenecen los sabios importantes, como Hidacio, Tajón , S. Leandro , S. Braulio y S. Isidoro .

Monasterios y catedrales poseyeron bibliotecas bien dotadas; las más famosas eran las episcopales de Zaragoza, Toledo y Sevilla. Algunos reyes tuvieron también biblioteca; importante fue la de Recesvinto, y también la de Sisebuto «el rey letrado». Monasterios y catedrales eran los únicos centros de enseñanza.Las profesiones liberales las enseñaba particularmente cada artesano en su taller. En la cultura visigoda no sólo abundaron obras de carácter religioso o simplemente instructivo, sino que también floreció la poesía, con autores entre los que sobresale S. Eugenio. Los temas de esta poesía son como siempre el amor, la paz o los sentimientos íntimos del poeta. En cuanto a su métrica, pervive durante mucho tiempo el hexámetro latino; después aparecen los versos con rima, que evolucionan hasta alcanzar una gran perfección y reglas fijas para su empleo. La música se usa casi exclusivamente para dar realce a las ceremonias religiosas. 6. Religiosidad. A su llegada a España los v. practicaban el arrianismo , herejía que les había llegado por las predicaciones del obispo arriano Úlfilas , que había traducido la Biblia al idioma godo. Cuando los v. entran en España se encuentran con una población predominantemente católica, pero entre la que circulaban muchas herejías, supersticiones y prácticas paganas, y no sólo entre la gente inculta sino incluso entre el clero. Pese a todo ello y a que el arrianismo era prácticamente la religión oficial, tuvo escasa influencia en los católicos, registrándose muy pocos casos de apostasía. Mientras los monarcas v. fueron arrianos, la Iglesia católica sufrió algunas persecuciones, pero más bien por motivos políticos que religiosos; otros monarcas la toleraron e incluso intervinieron en sus asuntos.Esta dualidad de creencias provocó no pocos problemas políticos, que terminaron cuando Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio. de Toledo y con él la maca de la población visigoda; desde entonces el arrianismo, aunque no extinguido todavía, careció de importancia, no tardando demasiado en desaparecer. Conseguida la unidad religiosa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron cordiales, colaborando ambos estrechamente, pero sin que existiera intromisión de uno en los asuntos del otro, y si estas intromisiones se dieron en alguna ocasión no eran consideradas como tales en la mentalidad de la época. La Iglesia se organiza en diócesis, al frente de las cuales se sitúa un obispo; de esta época data también la organización en parroquias, para llevar el Evangelio a los medios rurales. En su liturgia, el llamado rito mozárabe , conservado hasta nuestros días, se aprecian influencias bizantinas sobre todo. La Iglesia católica hispana obedeció siempre las órdenes de Roma. No fue una Iglesia nacional, porque nunca fue gobernada por los reyes. Tampoco el Estado visigodo fue teocrático, pese a que se apoyara ordinariamente en la Iglesia.

II. ARTE. La estancia del pueblo visigodo en Europa oriental es esencial desde el punto de vista histórico­artístico, pues, convertidos al cristianismo en esa zona y romanizados, muchos aspectos de su cultura y de su arte reflejan la influencia del cristianismo oriental, por lo que, paradójicamente, cuando se establecen en la península Ibérica, su cultura supone una fuente de influencia oriental en la cristiandad occidental. Por otra parte, seguidores de la herejía de Arrio , su cristianismo heterodoxo contribuye a su aislamiento respecto al mundo cristiano hispanorromano favorecido en un principio por la legislación diversa, una para el germano y otra para para el hispanorromano o latino. La conversión de Recaredo en el 589 supone el primer paso decisivo para la fusión de la cultura local y la germánica, adquiriendo el arte desde ese momento un intenso desarrollo, por lo que se distinguen dos grandes periodos. El primero, que comprende fundamentalmente el S. VI, se caracteriza por la coexistencia del arte visigodo con las formas cristianas paleocristianas de las que, a veces, es difícil distinguirlas; y el arte del s. VII, momento clásico de esta cultura, cuando se construyen los edificios más característicos, favorecido por el bizantinismo de la corte de Leovigildo.

España visigoda en el 700

España visigoda en el 700.

La destrucción del reino visigodo. por la derrota militar frente a los musulmanes (711), no supone la desaparición de la cultura visigoda, pues, gozando en un principio las comunidades cristianas de amplias libertades dentro del mundo musulmán, evoluciona hacia la islamización de su cultura, constituyendo, por tanto, una de las bases de la cultura mozárabe. Arquitectura. En la creación de la arquitectura visigoda se advierte la fusión de diversas raíces, asimiladas por el pueblo germánico e interpretadas conforme a su estética. La influencia del paleocristiano norteafricano, que tan poderosamente se proyecta en el prerrománico hispánico, es evidente, junto a las formas y técnicas que se reciben del arte bizantino. Se caracteriza la arquitectura visigoda por el empleo sistemático del muro de sillería, bien aparejado, en lo que se señala una diferencia respecto a los demás pueblos bárbaros occidentales. Como soporte es frecuente la columna, en cuyos capiteles se acusa la influencia oriental y bizantina. Sumamente característico es el arco de herradura, de discutido origen (existen precedentes en el arte hispanorro­mano y en el cristiano oriental), y que pasa al mundo hispano-árabe. Como cubierta se usa la bóveda, bien de cañón o de aristas y, en algunos casos, la cúpula sobre pechinas. En la decoración monumental se emplean las de carácter vegetal y geométrico, y, ya en fecha tardía, la figurada, bien en capiteles o en bandas, que decoran interior o exteriormente los muros. En la tipología del templo visigodo hay unas características comunes: ábside único, rectangular por dentro y por fuera, un cancel o iconostasio que aísla la cabecera del resto del templo, dos cámaras o dependencias laterales en la cabecera - prothesis y diaconicon-, y un porche o atrio a los pies. En cuanto a la planta, no se fija un tipo concreto; predominan los tipos basilicales y los de cruz griega, inscrita en rectángulo; vemos también modelos norteafricanos de dos ábsides contrapuestos, correspondientes a tipos paleocristianos, construidos durante el dominio político como los de San Pedro Alcántara, Alcaracejos y Casa Herrera. Es de tipo basilical y de fecha tan temprana como el s. v, correspondiendo a modelo norteafricano, la de Segóbriga , que suministró abundantes ejemplos de decoración visigoda; igualmente la de Algezares (Murcia), con gran cámara o capilla circular lateral como baptisterio. La obra más perfecta de este tipo basilical es la de S. Juan de Baños (Palencia), documentada su consagración en el 663, que ofrecía una curiosa disposi­ción de ábside central exento y dos cámaras laterales independientes, desaparecidas; sus tres naves con arcos de herradura sobre columnas con bellísimos capiteles son de gran importancia por su estructura, como precedente de soluciones estructurales de arte islámico hispánico. Responden también a un tipo basilical la de S. Pedro de Balsemao, la de Recópolis (Guadalajara), que muestra ciertas relaciones con la toledana de S. Pedro de la Mata, por sus dos cámaras como naves laterales independientes, peculiar característica que parece señalarse asimismo en la burgalesa de Quintanilla de las Viñas, que nos ofrece una riquísima decoración monumental, del más alto valor iconográfico e histórico.
El modelo de cruz griega encuentra su plasmación más bizantinante en la iglesia de S. Fructuoso de Montelios, anterior al 665, con planta de cruz griega con cúpulas, excepto en el tramo de ingreso. No obstante, es la iglesia de S. Comba de Bande (Orense) el modelo más característicamente v., pues la planta de cruz griega del núcleo del templo se encierra en un rectángulo, aprovechándose los espacios resultantes para las dos sacristías junto a la cabecera, y dos como dependencias conventuales en la zona de los pies. Este modelo es el inspirador de la de S. Pedro de la Nave (Zainora), de mejor técnica constructiva y en la que las cámaras de la zona de los pies del templo han dado origen a una organización en tres naves, y en la que la riquísima decoración figurada en bandas de la zona de la cabecera, con representaciones figuradas, así como los capiteles del crucero, también figurados, han planteado problemas cronológicos del mayor interés. Otros restos, como la cripta de S. Antolín de la catedral de Palencia y los abundantes vestigios hallados en Toledo, Mérida, Córdoba y Tarragona, entre otros, son testimonio de la vitalidad e importancia de la arquitectura visigoda de la que, por otra parte, se conservan numerosos testimonios literarios. Escultura. La escultura visigoda nos ofrece un amplio panorama, que contrasta con el de los demás pueblos bárbaros occidentales.